383
Revista Científica Multidisciplinar
https://revistasaga.org/
e-ISSN
3073-1151
Octubre-Diciembre
, 2025
Vol.
2
, Núm.
4
,
383-394
https://doi.org/10.63415/saga.v2i4.278
Artículo de Investigación
.
Clima escolar y conductas disruptivas en secundaria
School Climate and Disruptive Behaviors in Secondary Education
Clima Escolar e Comportamentos Disruptivos no Ensino Secundário
Wilson Marcelo Morales Andrade
1
, Walter Eduardo Pala Tierra
1
,
Gioconda Alejandra Imbaquingo Vega
1
, Anderson Paul Chamorro Enríquez
1
,
Inelda Castorina Tapia Tapia
1
1
Centro de Innovación y Desarrollo Profesional (CIDPROS), Milagro, Ecuador
Recibido
: 2025-09-25 /
Aceptado
: 2025-11-07 /
Publicado
: 2025-11-10
RESUMEN
Este estudio analiza la relación entre clima escolar y conductas disruptivas en secundaria. Objetivo: determinar cómo las
percepciones del clima se asocian con la frecuencia de comportamientos desafiantes. Metodología: enfoque cuantitativo,
diseño no experimental, correlacional y transversal, con 183 estudiantes; se aplicaron la SCS-MS (37 ítems, 6
dimensiones) y el PECI (20 ítems, 5 dimensiones). Resultados: el clima escolar se percibió mayoritariamente en nivel
medio (64,5%), con fortalezas en participación de padres (69,9%) y justicia (68,9%), pero con debilidad en la relación
profesor-estudiante (27,3% en nivel bajo); las conductas disruptivas se ubicaron principalmente en nivel bajo (83,6%),
destacando bajas en agresividad (61,7%), irrespeto/bajo compromiso (63,9%), desobediencia (65,6%), perturbación de
clases (63,4%) y bajo autocontrol (62,8%); se observaron asociaciones negativas significativas (p < .01), sobresaliendo
relación profesor-estudiante
–
perturbación (r =
–
.749). Conclusión: fortalecer vínculos docentes-estudiantes y
dimensiones de justicia, orden y participación familiar reduce significativamente la disrupción y favorece el aprendizaje.
Palabras clave:
clima escolar; conductas disruptivas; secundaria; asociación; convivencia
ABSTRACT
This study analyzes the relationship between school climate and disruptive behaviors in secondary education. Objective:
to determine how perceptions of the school climate are associated with the frequency of challenging behaviors.
Methodology: quantitative approach, non-experimental, correlational, and cross-sectional design, with 183 students; the
SCS-MS (37 items, 6 dimensions) and the PECI (20 items, 5 dimensions) were applied. Results: the school climate was
predominantly perceived at a medium level (64.5%), with strengths in parental participation (69.9%) and justice (68.9%),
but with weakness in teacher
–
student relationships (27.3% at a low level); disruptive behaviors were mainly at a low level
(83.6%), with low prevalence of aggression (61.7%), disrespect/low commitment (63.9%), disobedience (65.6%), class
disruption (63.4%), and low self-control (62.8%); significant negative associations were found (p < .01), with the
strongest being teacher
–
student relationship
–
class disruption (r =
–
.749). Conclusion: strengthening teacher
–
student
bonds and dimensions such as justice, order, and parental involvement significantly reduces disruption and enhances
learning.
keywords
: school climate; disruptive behaviors; secondary education; association; coexistence
RESUMO
Este estudo analisa a relação entre clima escolar e comportamentos disruptivos no ensino secundário. Objetivo: determinar
como as percepções do clima se associam à frequência de comportamentos desafiadores. Metodologia: abordagem
quantitativa, delineamento não experimental, correlacional e transversal, com 183 estudantes; foram aplicadas as escalas
SCS-MS (37 itens, 6 dimensões) e PECI (20 itens, 5 dimensões). Resultados: o clima escolar foi percebido
majoritariamente em nível médio (64,5%), com pontos fortes na participação dos pais (69,9%) e na justiça (68,9%), mas
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com fragilidade na relação professor
–
aluno (27,3% em nível baixo); os comportamentos disruptivos situaram-se
principalmente em nível baixo (83,6%), destacando-se baixos índices de agressividade (61,7%), desrespeito/baixo
compromisso (63,9%), desobediência (65,6%), perturbação das aulas (63,4%) e baixo autocontrole (62,8%); observaram-
se associações negativas significativas (p < .01), destacando-se a relação professor
–
aluno
–
perturbação (r =
–
.749).
Conclusão: fortalecer os vínculos entre docentes e estudantes, bem como as dimensões de justiça, ordem e participação
familiar, reduz significativamente a disrupção e favorece a aprendizagem.
palavras-chave
: clima escolar; comportamentos disruptivos; ensino secundário; associação; convivência
Forma sugerida de citar (APA):
Morales Andrade, W. M., Pala Tierra, W. E., Imbaquingo Vega, G. A., Chamorro Enríquez, A. P., & Tapia Tapia, I. C. (2025). Clima escolar y conductas
disruptivas en secundaria. Revista Científica Multidisciplinar SAGA, 2(4), 383-394.
https://doi.org/10.63415/saga.v2i4.278
Esta obra está bajo una licencia internacional
Creative Commons de Atribución No Comercial 4.0
INTRODUCCIÓN
El clima escolar constituye un factor
determinante en la formación integral de los
estudiantes de secundaria, ya que influye tanto
en los procesos de enseñanza-aprendizaje
como en la convivencia social dentro de las
instituciones educativas (Martínez et al.,
2020). Diversos estudios señalan que un
ambiente positivo, caracterizado por relaciones
interpersonales respetuosas, comunicación
efectiva y normas claras, favorece la
motivación académica y el desarrollo
socioemocional, en contraste, un clima
deteriorado se relaciona con altos niveles de
conflicto, desinterés por el aprendizaje y
dificultades en la adaptación escolar (Orellana
et al., 2022; Pagliarani y AlGhamdi, 2025). En
este sentido, las conductas disruptivas emergen
como una de las manifestaciones más visibles
de un entorno escolar problemático, dichas
conductas, que incluyen la falta de respeto a
normas, la desobediencia, la agresividad o las
interrupciones en clase, no solo obstaculizan el
desarrollo académico individual, sino que
afectan a la dinámica grupal y al bienestar
docente (Solera et al., 2025). Por lo tanto,
resulta esencial analizar la interacción entre
clima escolar y conductas disruptivas, con el
fin de comprender cómo ambos fenómenos se
retroalimentan y condicionan la calidad
educativa.
En los últimos años, las instituciones de
educación secundaria han reportado un
incremento en las conductas disruptivas de los
estudiantes, lo que plantea un desafío
significativo para la gestión escolar y el
rendimiento académico, estas conductas,
muchas veces normalizadas o minimizadas,
repercuten en la disciplina y en la atención
pedagógica, generando ambientes tensos que
afectan la convivencia y el aprendizaje
colectivo (Escobar et al., 2025). La
problemática se agrava cuando el clima escolar
carece de cohesión, apoyo emocional y
estrategias claras para manejar los conflictos,
lo cual facilita la aparición de actitudes
negativas y comportamientos desafiantes, a su
vez, los docentes, al enfrentar este tipo de
conductas, experimentan estrés y desgaste
profesional, reduciendo su capacidad de
mantener un ambiente inclusivo y estimulante
(Ramón y Barrios, 2025). El ciclo resultante
entre un clima desfavorable y la proliferación
de conductas disruptivas crea una barrera para
alcanzar los objetivos educativos, de este
modo, la problemática central radica en cómo
abordar y comprender esta relación, con el fin
de promover un entorno escolar más armónico
y propicio para la formación de los
adolescentes (Hernández et al., 2025).
La importancia de este estudio radica en que
proporciona una mirada profunda a la
conexión entre el clima escolar y las conductas
disruptivas en secundaria, un ámbito crítico
para el desarrollo académico y social de los
jóvenes, de este modo, analizar esta relación
permite identificar factores protectores que
fortalecen la convivencia, así como riesgos que
potencian la aparición de conflictos y
dificultades en la gestión escolar (Baños,
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2021). Asimismo, el tema adquiere relevancia
por su impacto directo en el rendimiento
estudiantil, en la calidad de la enseñanza y en
la salud socioemocional de la comunidad
educativa, desde una perspectiva práctica, los
resultados de la investigación pueden servir de
base para diseñar programas de intervención
que favorezcan un clima positivo, promuevan
la participación estudiantil y fortalezcan la
formación docente en estrategias de manejo
conductual (Peralta et al., 2025). A nivel
social, este estudio contribuye al debate sobre
la necesidad de mejorar la calidad educativa
mediante políticas integrales que no se limiten
al aspecto académico, sino que incluyan la
convivencia y la gestión emocional como
componentes esenciales (Juraz et al., 2023).
El presente estudio tiene como objetivo
analizar la relación existente entre el clima
escolar y las conductas disruptivas en
estudiantes de secundaria, con el fin de
comprender cómo las percepciones del
ambiente escolar influyen en la aparición de
comportamientos desafiantes. De manera
específica, se busca identificar las
características del clima escolar que se asocian
con una mayor o menor incidencia de
conductas disruptivas, describir los tipos de
comportamientos más frecuentes en este nivel
educativo y explorar las estrategias empleadas
por los docentes para afrontarlos. A través de
este análisis, se pretende generar un marco de
referencia que oriente la implementación de
acciones preventivas y correctivas en el ámbito
escolar. La finalidad última del estudio es
contribuir a la construcción de entornos
educativos inclusivos, respetuosos y
participativos, donde el aprendizaje pueda
desarrollarse sin las interferencias que generan
las conductas disruptivas, potenciando así
tanto el rendimiento académico como el
bienestar integral de los estudiantes.
Clima Escolar
El concepto de clima escolar ha sido
definido de manera diversa según la época y la
perspectiva teórica adoptada, en sus enfoques
clásicos, se entendía como el conjunto de
normas, valores y percepciones compartidas
por los actores educativos, que determinaban el
ambiente en el que ocurría el aprendizaje
(Mardones, 2023). Este planteamiento hacía
énfasis en el orden, la disciplina y la
organización formal de la escuela, en las
definiciones actuales, el clima escolar se
concibe como un constructo más amplio que
incluye no solo la normativa y la organización
institucional, sino también las relaciones
interpersonales, la percepción de justicia y
seguridad, la inclusión y el apoyo
socioemocional (Misad et al., 2022). Así, un
clima escolar positivo se relaciona con la
motivación académica, la participación
estudiantil y la reducción de conflictos,
mientras que un clima deteriorado incrementa
el riesgo de conductas disruptivas y problemas
de convivencia (Flores et al., 2023).
Desde una mirada interdisciplinaria, el
clima escolar puede analizarse desde diferentes
perspectivas. La psicológica se centra en cómo
los estudiantes y docentes perciben el ambiente
escolar y cómo esas percepciones influyen en
el bienestar emocional y la conducta (Torres et
al., 2022). La pedagógica examina el rol de las
metodologías de enseñanza, la gestión del aula
y el estilo de liderazgo docente como
determinantes del clima, por su parte, la
sociológica interpreta el clima como una
construcción colectiva que refleja las
dinámicas de poder, inclusión, diversidad y
cohesión social dentro de la comunidad
educativa, esta pluralidad de enfoques permite
comprender el clima escolar como un
fenómeno complejo y multifactorial, que no
solo condiciona la experiencia de los
estudiantes, sino también el desempeño de los
docentes y la eficacia institucional (Pérez et al.,
2022; Hernández et al., 2025).
Factores que influyen en el clima escolar
El clima escolar está determinado por
múltiples factores que interactúan entre sí, uno
de los más relevantes es el liderazgo directivo,
ya que el estilo de gestión adoptado por los
directores y coordinadores influye en la forma
en que se establecen las normas, se organizan
las actividades y se resuelven los conflictos
(Clavijo, 2023). Asimismo, las estrategias
pedagógicas y metodológicas empleadas en el
aula tienen un peso considerable, pues cuando
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se aplican técnicas participativas, inclusivas y
centradas en el estudiante, se promueve un
ambiente de respeto y colaboración,
reduciendo la probabilidad de que emerjan
conductas disruptivas (Moreno, 2023; García y
González, 2022).
Otros factores fundamentales son la
participación de la familia y la comunidad
educativa, dado que el acompañamiento
parental y la cooperación de actores externos
fortalecen el sentido de pertenencia de los
estudiantes, además, los recursos materiales y
la infraestructura juegan un rol en la
construcción del clima, ya que un entorno
físico seguro, limpio y con equipamiento
adecuado genera condiciones favorables para
la enseñanza y el aprendizaje (Peñafiel et al.,
2024). En este sentido, el clima escolar no
depende únicamente de las relaciones
humanas, sino también de las condiciones
organizacionales y estructurales que permiten
o dificultan el desarrollo armónico de la vida
escolar.
Conducta Infantil
La conducta infantil se define en psicología
como el conjunto de respuestas observables
que los niños manifiestan ante estímulos
internos y externos, las cuales reflejan tanto
procesos cognitivos como emocionales, desde
la pedagogía, la conducta se interpreta como la
expresión de aprendizajes, hábitos y valores
adquiridos en el entorno escolar y familiar, que
guían la interacción del niño con sus pares y
con la autoridad (Delgado y Campodónico,
2024). En este sentido, la conducta no se limita
a ser un comportamiento aislado, sino que
constituye un indicador del desarrollo integral
del niño y de la calidad de los contextos en los
que se desenvuelve.
Es importante diferenciar entre conductas
adaptativas y desadaptativas, las primeras son
aquellas que permiten al niño desenvolverse de
manera positiva, ajustándose a las normas y
facilitando la convivencia, como el respeto, la
cooperación y la comunicación asertiva
(Sánchez y Romero, 2022). En contraste, las
conductas desadaptativas obstaculizan el
aprendizaje, generan conflictos y pueden
derivar en problemas de disciplina, como la
agresividad, la desobediencia o el aislamiento
social, esta distinción resulta esencial en el
ámbito escolar, pues orienta a los docentes y
profesionales de la educación en la
identificación temprana de comportamientos
que requieren intervención específica (Flores y
Shuguli, 2024).
Tipos de conductas disruptivas y estrategias
de manejo
Las conductas disruptivas en el ámbito
escolar pueden manifestarse de múltiples
formas, entre las más comunes se encuentran
la agresividad física o verbal, la desobediencia
a normas o instrucciones, las interrupciones
constantes en clase, el negativismo desafiante
y el bullying o acoso escolar (Ojeda et al.,
2024). Estas manifestaciones alteran el
proceso de enseñanza-aprendizaje, generan un
ambiente de tensión en el aula y afectan tanto
al rendimiento académico como al bienestar
emocional de estudiantes y docentes (Macias y
Alarcón, 2021). Su aparición suele estar
vinculada a factores internos, como
dificultades emocionales, problemas de
autorregulación o trastornos del
comportamiento, y a factores externos, como
dinámicas familiares conflictivos, ausencia de
límites claros o un clima escolar poco
favorable (León et al., 2024).
Frente a esta realidad, las estrategias de
manejo de conductas disruptivas deben ser
integrales y preventivas, favoreciendo la
construcción de ambientes seguros, inclusivos
y participativos, algunas de las más utilizadas
en el ámbito pedagógico son la
implementación de normas claras y
consistentes, el refuerzo positivo de conductas
adecuadas, la promoción de habilidades
socioemocionales, la mediación escolar y la
resolución pacífica de conflictos, a ello se
suma la necesidad de capacitar al profesorado
en técnicas de gestión de aula que incluyan
tanto medidas preventivas como correctivas,
evitando respuestas punitivas que tienden a
agravar el problema (Santillán y Samada,
2023).
Por lo tanto, es esencial destacar que el
manejo de conductas disruptivas no debe
recaer únicamente en la figura del docente,
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sino que debe ser asumido como una
responsabilidad compartida entre toda la
comunidad educativa (Saco et al., 2022). La
participación activa de las familias, el
acompañamiento de profesionales de la
psicología educativa y el apoyo institucional
resultan determinantes para lograr cambios
sostenibles, asimismo, el fortalecimiento del
clima escolar positivo se presenta como un
factor protector fundamental, pues cuando los
estudiantes perciben un entorno respetuoso,
justo y colaborativo, disminuye la frecuencia e
intensidad de las conductas problemáticas
(Andrade y Ramos, 2023).
Clima escolar como predictor de conductas
disruptivas
Diversas investigaciones han demostrado
que el clima escolar actúa como un factor
predictor del comportamiento de los
estudiantes, un entorno caracterizado por
relaciones positivas, normas claras,
comunicación abierta y sentido de pertenencia
tiende a reducir la incidencia de conductas
disruptivas (Prado et al., 2024). En contraste,
cuando los alumnos perciben un ambiente
hostil, autoritario o poco inclusivo, aumenta la
probabilidad de que surjan comportamientos
desafiantes, así, la calidad del clima escolar
puede anticipar la frecuencia y gravedad de la
indisciplina, convirtiéndose en un indicador
clave para la prevención de problemas
conductuales (Flores et al., 2023; Prado et al.,
2024).
La evidencia empírica señala que existe una
correlación negativa significativa entre un
clima escolar positivo y la presencia de
conductas problemáticas, en contextos donde
se fomenta la participación estudiantil, la
confianza en los docentes y la seguridad en los
espacios escolares, las conductas agresivas y
disruptivas disminuyen considerablemente
(Baños, 2021; Ramón y Barrios, 2025). Esto
sugiere que trabajar en la mejora del clima no
solo impacta en el rendimiento académico,
sino también en la conducta y la convivencia,
ofreciendo una doble ganancia para las
instituciones educativas (Peñafiel et al., 2024).
Por otro lado, estudios recientes confirman
que un mal clima escolar potencia las
conductas disruptivas, generando un círculo
vicioso en el que el deterioro del ambiente
incrementa la indisciplina, y la indisciplina, a
su vez, agrava la percepción negativa del clima
(Flores et al., 2023). Este fenómeno plantea un
reto para los docentes y directivos, quienes
deben implementar estrategias integrales que
no se limiten a sancionar conductas, sino que
promuevan cambios en la cultura escolar, en
este sentido, el clima escolar no solo predice el
comportamiento, sino que también condiciona
la sostenibilidad de las prácticas de
convivencia y disciplina en el tiempo (Pérez et
al., 2022; Orellana et al., 2022).
METODOLOGÍA
Diseño de investigación
El estudio se desarrolló bajo un enfoque
cuantitativo, con un diseño no experimental, de
tipo correlacional y con corte transversal. Este
diseño permitió examinar la relación entre el
clima escolar y la manifestación de conductas
disruptivas en el aula sin manipular las
variables, centrándose en el análisis de datos
recolectados en un solo momento temporal. La
naturaleza correlacional de la investigación
responde a la necesidad de identificar
asociaciones significativas entre las
percepciones estudiantiles del clima escolar y
la frecuencia de comportamientos disruptivos,
sin establecer relaciones de causalidad directa.
Esta aproximación metodológica es adecuada
para estudios educativos en los que se busca
comprender los vínculos entre factores
psicosociales y conductuales en contextos
escolares.
Participantes
La muestra estuvo conformada por 183
estudiantes de nivel secundario, seleccionados
mediante un muestreo no probabilístico
intencional, considerando la accesibilidad y la
disponibilidad de los participantes. Se
incluyeron en el estudio aquellos estudiantes
matriculados en instituciones educativas de
nivel medio que aceptaron participar de
manera voluntaria y contaban con el
consentimiento informado de sus
representantes legales. Como criterios de
inclusión, se estableció que los participantes
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estuvieran cursando entre octavo y décimo de
educación básica o bachillerato, y que
asistieran regularmente a clases. En cuanto a
los criterios de exclusión, se descartaron
estudiantes con diagnóstico clínico de
trastornos psicológicos o de aprendizaje
reportados por la institución, así como aquellos
que no completaron adecuadamente los
instrumentos de recolección de datos. La
muestra presentó un equilibrio en términos de
género y edad, lo que permitió contar con una
visión representativa de la población
estudiantil objetivo.
Instrumentos
Para la medición del clima escolar, se
empleó la versión brasileña de la Encuesta de
Clima Escolar
–
Versión Revisada (SCS-MS),
adaptada para contextos de educación primaria
y secundaria. El instrumento consta de 37
ítems estructurados en una escala de tres
opciones de respuesta (1 = No estoy de
acuerdo, 2 = No estoy seguro, 3 = Estoy de
acuerdo), organizados en seis dimensiones:
justicia, orden y disciplina, participación de los
padres, intercambio de recursos, relaciones
interpersonales entre estudiantes y relaciones
alumno-docente. La puntuación total se
obtiene mediante la suma de los ítems,
permitiendo tanto un puntaje global como la
evaluación independiente de cada dimensión.
Los valores más altos reflejan una percepción
positiva del clima escolar, cabe destacar que
algunos ítems se califican de manera inversa al
estar formulados en sentido negativo
(Wanderley et al., 2016).
Para la medición de las conductas
disruptivas, se utilizó la versión adaptada y
abreviada del Physical Education Classroom
Instrument (PECI), elaborado originalmente
por Krech et al. (2010) y basado en el trabajo
de Kulinna et al. (2003), la escala cuenta con
20 ítems distribuidos en cinco dimensiones,
cada una integrada por cuatro enunciados:
agresividad, irresponsabilidad y bajo
compromiso, desobediencia a normas,
alteración del ambiente de clase y bajo
autocontrol personal. Los estudiantes
respondieron en una escala tipo Likert de cinco
puntos (1 = nunca, 5 = siempre), lo que permite
cuantificar la frecuencia percibida de
comportamientos disruptivos. Este
instrumento ha demostrado ser eficaz para
evaluar conductas que afectan la dinámica del
aula, ofreciendo un marco confiable y práctico
de análisis (Granero y Baena, 2016).
Procedimiento
El proceso de recolección de datos se llevó
a cabo en coordinación con las autoridades
educativas de las instituciones participantes.
En primer lugar, se gestionaron los permisos
correspondientes y se explicó a los estudiantes
y a sus representantes legales los objetivos del
estudio, garantizando la confidencialidad y el
carácter voluntario de la participación.
Posteriormente, los cuestionarios fueron
aplicados de manera colectiva en el aula, en
presencia de un investigador, quien brindó las
instrucciones necesarias y resolvió dudas en el
momento. La duración aproximada de la
aplicación fue de 25 minutos y se garantizó un
ambiente adecuado para la concentración de
los participantes. Una vez recogida la
información, se procedió a la revisión de los
instrumentos para verificar su completitud y
calidad antes de la sistematización de los datos.
Análisis estadístico
El procesamiento de la información se
efectuará con el programa estadístico IBM
SPSS Statistics, en su versión 27. En una fase
inicial se realizarán análisis descriptivos de las
variables contempladas en la investigación,
con el propósito de obtener una caracterización
general de los datos. Posteriormente, se
aplicarán pruebas inferenciales mediante la
correlación de Pearson, lo que permitirá
establecer la presencia y el grado de relación
entre las experiencias adversas durante la
infancia y las manifestaciones de tipo
disociativo.
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RESULTADOS
Figura 1
Clima Escolar
El análisis de los resultados muestra que el
clima escolar se percibe en un nivel medio de
manera predominante (64,5%), lo que refleja
una valoración aceptable, aunque aún con
aspectos a fortalecer. Dentro de este nivel
destacan los porcentajes de participación de
padres (69,9%) y justicia (68,9%), que
sugieren que estas dimensiones cuentan con
una percepción favorable en la mayoría de los
encuestados. Sin embargo, el nivel bajo
concentra un 19,1% de la percepción global,
con mayor incidencia en la dimensión de
relación profesores-estudiantes (27,3%),
evidenciando un área crítica que requiere
atención prioritaria. En contraste, el nivel alto
apenas alcanza el 16,4%, con mayor presencia
en orden y disciplina (16,9%) e intercambio de
recursos (19,7%), lo cual indica que, si bien
existen fortalezas en estas dimensiones, aún no
logran consolidarse como tendencia general.
En conjunto, los datos sugieren la necesidad de
diseñar estrategias dirigidas principalmente a
mejorar las relaciones interpersonales y entre
docentes y estudiantes, con el fin de equilibrar
y elevar la percepción global del clima escolar
hacia niveles más altos.
Figura 2
Conductas Disruptivas
Clima
Escolar
Justicia
Participaci
ón de
padres
Orden y
disciplina
Relaciones
interperso
nales
Intercambi
o de
recursos
Relación
profesores
-
estudiante
s
Bajo19,10%21,320,819,721,920,227,3
Medio64,50%68,969,963,461,260,161,2
Alto16,40%9,89,316,916,919,711,5
0,00%
500,00%
1000,00%
1500,00%
2000,00%
2500,00%
0,00%
1000,00%
2000,00%
3000,00%
4000,00%
5000,00%
6000,00%
7000,00%
8000,00%
BajoMedioAlto
Conducta
Disruptiva
Agresividad
Irrespeto y bajo
compromiso
Desobediencia
a normas
Perturbación
de clases
Bajo
autocontrol
Bajo83,661,763,965,663,462,8
Medio16,438,336,134,436,637,2
0
10
20
30
40
50
60
70
80
90
BajoMedio
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Los resultados evidencian que la conducta
disruptiva se presenta mayoritariamente en un
nivel bajo (83,6%), lo que refleja una tendencia
positiva en el comportamiento general de los
estudiantes. En este nivel destacan
especialmente la agresividad (61,7%), el
irrespeto y bajo compromiso (63,9%), la
desobediencia a normas (65,6%), la
perturbación de clases (63,4%) y el bajo
autocontrol (62,8%), lo cual indica que más de
la mitad de los estudiantes no manifiestan estas
conductas de forma significativa. Sin embargo,
el nivel medio (16,4%) evidencia que aún
existe un grupo de estudiantes con dificultades
en estas dimensiones, con porcentajes cercanos
al 37% en irrespeto, desobediencia,
perturbación de clases y autocontrol, lo que
señala la necesidad de reforzar estrategias de
acompañamiento socioemocional y
disciplinario para prevenir que estos
comportamientos escalen a niveles más altos.
Tabla 1
Correlación de Pearson
Variables Agresividad
Irrespeto y bajo
compromiso
Desobediencia a
normas
Perturbación
de clases
Bajo
autocontrol
Justicia
–
.674**
–
.627**
–
.634**
–
.654**
–
.599**
Orden y
disciplina
–
.684**
–
.709**
–
.667**
–
.728**
–
.633**
Participación de
padres
–
.637**
–
.667**
–
.635**
–
.645**
–
.663**
Intercambio de
recursos
–
.612**
–
.645**
–
.625**
–
.597**
–
.543**
Relaciones
interpersonales
–
.685**
–
.689**
–
.665**
–
.742**
–
.685**
Relación
profesor
–
estudiante
–
.720**
–
.698**
–
.682**
–
.749**
–
.652**
Nota: La correlación es significativa en el nivel 0,01 (bilateral).
El análisis de la tabla de correlaciones
evidencia que todas las dimensiones del clima
escolar mantienen relaciones negativas y
significativas con las conductas disruptivas (p
< .01), lo que implica que, a mayor percepción
positiva del clima, menor presencia de
comportamientos problemáticos en el aula.
Entre las asociaciones más fuertes destacan la
relación profesor
–
estudiante (r =
–
.749 con
perturbación de clases; r =
–
.720 con
agresividad), así como las relaciones
interpersonales (r =
–
.742 con perturbación de
clases), indicando que la calidad de los
vínculos sociales constituye un factor clave
para reducir la indisciplina y la alteración de
las dinámicas escolares. De manera general,
justicia, orden y disciplina, participación de
padres e intercambio de recursos también
muestran correlaciones consistentes en el
mismo sentido, aunque ligeramente más
moderadas. Estos hallazgos confirman que el
fortalecimiento integral del clima escolar,
especialmente en la interacción entre docentes
y estudiantes, puede actuar como un
mecanismo protector frente a la agresividad, el
irrespeto, la desobediencia, la perturbación de
clases y el bajo autocontrol.
DISCUSIÓN
Los resultados de esta investigación, que
evidenciaron un predominio del clima escolar
en nivel medio (64,5%) y una incidencia
mayormente baja de conductas disruptivas
(83,6%), encuentran sustento en la literatura
internacional que resalta la importancia del
clima escolar como factor modulador de los
comportamientos estudiantiles. En el estudio
de Karlberg (2025), realizado en 23 escuelas
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suecas con 653 participantes, se observó que
un clima de aula pobre al inicio estaba
significativamente asociado con una mayor
fidelidad en la implementación del programa
SWPBIS, lo cual sugiere que los contextos con
problemas conductuales tienden a
comprometerse más con estrategias
estructuradas para mejorar la convivencia.
Estos hallazgos refuerzan la necesidad de
intervenciones intencionales en centros donde,
como en el presente estudio, persisten
dificultades en la relación profesor
–
estudiante
(27,3% en nivel bajo).
De manera complementaria, el trabajo de
Çimen (2025), con 698 estudiantes de
secundaria en Turquía reportó que el clima
escolar actuó como moderador en la relación
negativa entre sentido de pertenencia escolar y
conductas delincuenciales, fortaleciendo dicho
vínculo. Esto coincide con los resultados
obtenidos aquí, donde las correlaciones
negativas más intensas entre clima y
disrupción (r =
–
.749 entre relación profesor
–
estudiante y perturbación de clases) muestran
cómo un entorno positivo refuerza los lazos y
disminuye la probabilidad de incurrir en
comportamientos disruptivos.
Asimismo, el estudio de Bäckström (2021),
en secundaria sueca, con una muestra de 1.704
estudiantes, demostró que el comportamiento
disruptivo en el aula tiene un impacto negativo
en el promedio académico (GPA), con un
tamaño de efecto comparable a la diferencia de
rendimiento entre géneros. Este resultado es
convergente con lo hallado en la presente
investigación, donde la perturbación de clases
(63,4% en nivel bajo y 36,6% en medio) se
perfila como un factor de riesgo directo para el
aprendizaje, reforzando la idea de que el
control de la disrupción no solo mejora la
convivencia, sino también los logros
académicos.
Por otro lado, Fonseca et al. (2023), en un
estudio con 183 adolescentes portugueses (11
–
16 años), encontraron asociaciones negativas
entre clima escolar positivo y conductas
externalizantes, mientras que prácticas
parentales inadecuadas se vinculaban con
mayores problemas. Esta evidencia se alinea
con los presentes resultados, en los que la
participación de padres (69,9% en nivel medio)
y la percepción de justicia (68,9%) emergen
como factores protectores frente a la
agresividad y el bajo compromiso.
En conjunto, los estudios revisados y los
datos de la presente investigación confirman
que el clima escolar opera como un factor
protector clave frente a las conductas
disruptivas, modulando la relación entre
pertenencia, disciplina y rendimiento
académico, además, resaltan la necesidad de
intervenciones integrales que incluyan tanto a
los docentes como a las familias, pues la
mejora de la interacción profesor
–
estudiante y
el fortalecimiento de la corresponsabilidad
parental se muestran como ejes centrales para
reducir significativamente la agresividad, la
desobediencia y la perturbación de clases.
CONCLUSIÓN
La investigación sobre clima escolar y
conductas disruptivas en secundaria permite
concluir que el entorno educativo constituye
un factor decisivo para el bienestar y
rendimiento de los estudiantes. Los hallazgos
muestran que un clima percibido en nivel
medio, acompañado de relaciones
interpersonales débiles entre docentes y
alumnos, se relaciona con la aparición de
ciertas conductas problemáticas, aunque la
mayoría de los estudiantes reporta bajos
niveles de disrupción. Esto confirma que la
calidad del clima escolar no solo condiciona la
convivencia y la disciplina, sino que también
actúa como un mecanismo protector frente a la
agresividad, la desobediencia y la perturbación
de clases.
Asimismo, las correlaciones negativas
significativas encontradas entre todas las
dimensiones del clima escolar y las conductas
disruptivas evidencian que mejorar factores
como la justicia, el orden y disciplina, la
participación de padres y la calidad de los
vínculos profesor
–
estudiante puede reducir de
manera notable los comportamientos
desafiantes. En este sentido, los resultados
coinciden con la literatura internacional al
destacar que la percepción de un ambiente
inclusivo, respetuoso y participativo favorece
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la motivación académica, incrementa el
sentido de pertenencia y disminuye los niveles
de indisciplina.
Por esto, este estudio reafirma la necesidad
de abordar la problemática desde una
perspectiva integral, en la que la gestión
escolar, el fortalecimiento docente, la
participación familiar y el acompañamiento
socioemocional de los estudiantes trabajen de
manera articulada. Promover un clima escolar
positivo no solo implica prevenir conductas
disruptivas, sino también garantizar un entorno
propicio para el aprendizaje y la formación
integral de los adolescentes. De esta forma, se
sientan las bases para una educación de calidad
que trascienda lo académico e integre la
convivencia, el respeto y la inclusión como
pilares esenciales.
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DECLARACIÓN DE CONFLICTO DE INTERESES
Los autores declaran no tener conflictos de intereses.
DERECHOS DE AUTOR
Morales Andrade, W. M., Pala Tierra, W. E., Imbaquingo Vega, G. A., Chamorro Enríquez, A. P., &
Tapia Tapia, I. C. (2025)
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