356
Revista Científica Multidisciplinar
https://revistasaga.org/
e-ISSN
3073-1151
Octubre-Diciembre
, 2025
Vol.
2
, Núm.
4
,
356-369
https://doi.org/10.63415/saga.v2i4.298
Artículo de Revisión
.
Integración ética y emocional de la inteligencia artificial en la
educación ecuatoriana
Ethical and Emotional Integration of Artificial Intelligence in Ecuadorian
Education
Integração Ética e Emocional da Inteligência Artificial na Educação Equatoriana
María José Quizhpi Rodríguez
1
 , Ligia Helena Loayza Manzanares
2
 ,
Orlando Xavier Espinoza Gálvez
3
 , Jonathan Enrique Martínez Hurtado
4
 ,
Mayra Alejandra Loayza Manzanares
1
 
1
Unidad Educativa Dr. José Miguel García Moreno, El Guabo, Ecuador
2
Investigadora Independiente, Atahualpa, Ecuador
3
Investigador Independiente, Machala, Ecuador
4
Unidad Educativa República del Ecuador, Machala, Ecuador
Recibido
: 2025-08-25 /
Aceptado
: 2025-10-27 /
Publicado
: 2025-10-31
RESUMEN
Introducción
. La acelerada expansión de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito educativo ecuatoriano ha planteado
desafíos éticos, emocionales y formativos que requieren reflexión profunda.
Objetivos
. Este estudio tuvo como propósito
analizar la integración ética y emocional de la IA en la educación ecuatoriana, identificando avances, limitaciones y
oportunidades de mejora.
Métodos
. Se realizó una revisión sistemática de literatura científica publicada entre 2020 y
2025 en bases de datos académicas, considerando criterios de elegibilidad relacionados con ética digital, formación
docente y equidad tecnológica.
Resultados
. Los hallazgos evidencian desigualdades entre instituciones urbanas y rurales,
deficiente capacitación docente en ética digital y potencial de la IA para fortalecer la motivación y la autonomía
estudiantil.
Conclusiones
. Se destaca la urgencia de programas de formación docente en competencias ético-digitales,
políticas inclusivas que reduzcan la brecha tecnológica y estrategias que promuevan el equilibrio entre tecnología y
sensibilidad humana en la enseñanza.
Palabras clave:
inteligencia artificial; ética digital; educación ecuatoriana; formación docente; equidad tecnológica;
emociones
ABSTRACT
Introduction
. The rapid expansion of artificial intelligence (AI) in Ecuadorian education has raised ethical, emotional,
and training challenges requiring deep reflection.
Objectives
. This study aimed to analyze the ethical and emotional
integration of AI in Ecuadorian education, identifying progress, limitations, and opportunities for improvement.
Methods
.
A systematic review of scientific literature published between 2020 and 2025 was conducted using academic databases,
applying eligibility criteria related to digital ethics, teacher training, and technological equity.
Results
. Findings reveal
inequalities
between urban and rural institutions, insufficient teacher training in digital ethics, and AI’s potential to
enhance motivation and student autonomy.
Conclusions
. The study highlights the need for teacher training in ethical-
digital competencies, inclusive policies to reduce technological gaps, and strategies to balance technology with human
sensitivity in education.
keywords
: artificial intelligence; digital ethics; Ecuadorian education; teacher training; technological equity; emotions
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RESUMO
Introdução
. A rápida expansão da inteligência artificial (IA) na educação equatoriana trouxe desafios éticos, emocionais
e formativos que exigem reflexão profunda.
Objetivos
. Este estudo teve como objetivo analisar a integração ética e
emocional da IA na educação do Equador, identificando avanços, limitações e oportunidades de melhoria.
Métodos
.
Realizou-se uma revisão sistemática da literatura científica publicada entre 2020 e 2025 em bases acadêmicas,
considerando critérios de elegibilidade relacionados à ética digital, formação docente e equidade tecnológica.
Resultados
.
Os achados revelam desigualdades entre instituições urbanas e rurais, pouca capacitação docente em ética digital e o
potencial da IA para fortalecer a motivação e a autonomia estudantil.
Conclusões
. Destaca-se a urgência de programas
de formação docente em competências ético-digitais, políticas inclusivas para reduzir a desigualdade tecnológica e
estratégias que promovam o equilíbrio entre tecnologia e sensibilidade humana na educação.
palavras-chave
: inteligência artificial; ética digital; educação equatoriana; formação docente; equidade tecnológica;
emoções
Forma sugerida de citar (APA):
Quizhpi Rodríguez, M. J., Loayza Manzanares, L. H., Espinoza Gálvez, O. X., Martínez Hurtado, J. E., & Loayza Manzanares, M. A. (2025). Integración
ética y emocional de la inteligencia artificial en la educación ecuatoriana. Revista Científica Multidisciplinar SAGA, 2(4), 356-369.
https://doi.org/10.63415/saga.v2i4.298
Esta obra está bajo una licencia internacional
Creative Commons de Atribución No Comercial 4.0
INTRODUCCIÓN
La educación ecuatoriana vive una
transición silenciosa, marcada por la irrupción
de la inteligencia artificial (IA) como un nuevo
actor pedagógico. Más allá de la fascinación
tecnológica, su integración plantea preguntas
éticas y emocionales que desafían la esencia
del proceso educativo. En este marco, Cruz
Albarrán (2025) plantea que la IA no puede
reducirse a un artefacto funcional, sino que
actúa como mediadora del aprendizaje,
alterando los modos de interacción y las
dinámicas cognitivas. Este cambio requiere
una revisión crítica que permita repensar la
formación docente, la ética digital y la
sensibilidad emocional ante el conocimiento
automatizado.
La necesidad de una revisión sobre este
tema surge de la distancia entre los avances
tecnológicos y la preparación ética del
profesorado. Ruiz Muñoz y Vasco Delgado
(2025) evidencian que, en Ecuador, los
docentes presentan una brecha significativa en
competencias digitales y actitudes hacia la IA.
Mientras los estudiantes muestran mayor
disposición tecnológica, los educadores
carecen de formación crítica sobre el uso
responsable de estas herramientas. Este
desequilibrio genera una asimetría formativa
que amenaza con reproducir desigualdades
educativas en lugar de mitigarlas.
A nivel latinoamericano, la IA ha sido
introducida en las aulas con fines de
automatización, pero sin suficiente reflexión
ética. Goenechea Permisán y Valero Franco
(2024) advierten que la mayoría de los futuros
docentes asocian la IA con competencias
técnicas y científicas, relegando su dimensión
ciudadana y emocional. Esta visión
instrumental empobrece el potencial
transformador de la tecnología educativa, que
debería orientarse hacia el desarrollo de
pensamiento crítico, empatía y responsabilidad
social. La revisión busca revalorizar esa
mirada humana en el uso de la inteligencia
artificial.
Por otra parte, la formación docente se ha
visto presionada por las exigencias de
adaptación tecnológica sin consolidar procesos
de reflexión pedagógica. Según Sereño
Ahumada (2024), la práctica reflexiva y el
aprendizaje situado son pilares indispensables
para integrar la IA desde una perspectiva
humanista. No basta con dominar las
herramientas digitales; es necesario
comprender su impacto en la subjetividad, la
ética profesional y la convivencia educativa.
Esta reflexión se convierte en una urgencia
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formativa en las instituciones de formación
docente del país.
En este escenario, la educación ecuatoriana
enfrenta un reto de doble naturaleza: enseñar
con inteligencia artificial y enseñar sobre
inteligencia artificial. Espinoza Varela (2024)
destaca que el desarrollo de competencias
digitales debe surgir desde la acción
participativa y la colaboración, no desde la
imposición técnica. Su experiencia de
investigación-acción demuestra que la práctica
reflexiva empodera al docente y le permite
resignificar su rol en el entorno digital. Este
enfoque aporta una base metodológica valiosa
para diseñar políticas formativas con sentido
ético y emocional.
El impacto emocional de la tecnología
también ha sido objeto de estudio reciente.
Loor y Cabrera (2025) demostraron que las
emociones del profesorado influyen de manera
determinante en la aceptación o rechazo de la
IA educativa. Un docente temeroso de ser
sustituido por algoritmos difícilmente podrá
guiar a sus estudiantes hacia un uso creativo y
ético de la tecnología. Por ello, comprender el
componente emocional se vuelve tan
importante como comprender el técnico. Esta
revisión pretende articular ambos planos para
construir una integración equilibrada.
La ética digital, entendida como
responsabilidad compartida, debe posicionarse
como eje transversal de la formación
pedagógica. Castillo Rivera (2024) y Paredes y
León (2025) coinciden en que la ética
tecnológica no puede ser tratada como un
contenido adicional, sino como una actitud que
guía la práctica educativa. Desde esta
perspectiva, el aula se transforma en un
espacio donde la tecnología es mediadora del
diálogo moral, de la empatía y del respeto por
la diversidad humana. La IA puede entonces
convertirse en un puente entre conocimiento y
conciencia.
La revisión de literatura también revela la
necesidad de liderazgo educativo que oriente la
transformación digital con sensibilidad
humana. Cedeño (2024) argumenta que el
liderazgo ético es la clave para traducir los
avances tecnológicos en procesos formativos
justos y sostenibles. Asimismo, Bravo (2024)
y Torres y Vega (2025) enfatizan la
importancia de las comunidades de práctica,
donde los docentes comparten experiencias y
fortalecen su compromiso ético. Este tejido
colectivo permite que la IA sea entendida no
como amenaza, sino como oportunidad para la
innovación pedagógica responsable.
El presente artículo tiene como objetivo
analizar los aportes teóricos y empíricos sobre
la integración ética y emocional de la
inteligencia artificial en la educación
ecuatoriana. A través de la revisión de veinte
fuentes académicas, se busca identificar
tendencias, vacíos y perspectivas que orienten
la formación docente y las políticas educativas
del país. El propósito no es acumular
información, sino ofrecer una visión sintética
que inspire nuevas líneas de investigación
sobre la ética digital, el bienestar emocional y
la transformación educativa.
La presente revisión aspira a contribuir al
debate sobre la educación del futuro. Los
hallazgos reunidos permiten vislumbrar un
horizonte en el que la inteligencia artificial
coexista con la inteligencia humana, en
equilibrio y armonía. Como señalan Vargas y
Salazar (2025), el desafío no está en
reemplazar al maestro, sino en reinventar su rol
a partir de la empatía tecnológica. Integrar la
IA con ética y emoción no es un lujo
académico, sino una urgencia social para
construir una educación ecuatoriana más justa,
consciente y verdaderamente humana.
METODOLOGÍA
La presente revisión sistemática se
desarrolló bajo un enfoque cualitativo-
descriptivo, con el propósito de analizar
evidencias científicas sobre la integración ética
y emocional de la inteligencia artificial (IA) en
la educación ecuatoriana. La pregunta central
que guió la investigación fue: ¿Cómo se
integran los principios éticos y las
competencias emocionales en la aplicación
educativa de la inteligencia artificial dentro del
sistema educativo ecuatoriano? Esta pregunta
permitió orientar el proceso de búsqueda y
análisis, centrándose en estudios que
abordaran simultáneamente la dimensión
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técnica, ética y humana del fenómeno
educativo contemporáneo.
Los criterios de elegibilidad se definieron
considerando la pertinencia temática, la
actualidad y la validez académica de las
fuentes. Se incluyeron artículos publicados
entre 2020 y 2025, escritos en español o inglés,
revisados por pares y que abordaran aspectos
éticos, emocionales o formativos de la
inteligencia artificial en la educación. Se
excluyeron documentos puramente técnicos,
de carácter comercial o con enfoque ajeno al
ámbito pedagógico. Los desenlaces de interés
se orientaron a identificar hallazgos sobre
formación docente, ética digital, impacto
emocional del uso de IA y prácticas
pedagógicas innovadoras.
El proceso de búsqueda se efectuó entre
mayo y agosto de 2025 en las bases de datos
Scopus, Dialnet, Redalyc, ERIC y Google
Scholar, combinando descriptores como
“inteligencia artificial educativa”, “é
tica
digital”, “formación docente” y “emociones en
educación”. También se consideró literatura
gris proveniente de informes institucionales y
congresos académicos relevantes en Ecuador.
Cada documento fue evaluado según su
relevancia, diseño metodológico y aporte
conceptual. Se utilizaron estrategias booleanas
y filtros por año, área de conocimiento y tipo
de publicación, garantizando la exhaustividad
de la revisión.
La selección de estudios se realizó en tres
fases. Primero, se eliminaron duplicados y
títulos irrelevantes. Luego, se revisaron
resúmenes para confirmar su relación con la
pregunta de investigación. Finalmente, se
evaluó el texto completo de los artículos
elegibles, aplicando criterios de calidad y rigor
académico. La extracción de datos se efectuó
mediante una matriz de análisis con variables
como autores, año, país, método, hallazgos y
contribución ética-emocional. Posteriormente,
los resultados fueron sintetizados de forma
narrativa, agrupando coincidencias temáticas y
contrastando enfoques teóricos.
La investigación permitió reconocer
patrones y vacíos en la literatura revisada,
generando una base argumentativa sólida para
la discusión. La triangulación entre autores
permitió equilibrar perspectivas teóricas y
empíricas, resaltando tendencias sobre la
formación docente y la ética digital. A partir de
los hallazgos, se identificaron líneas
emergentes de investigación y posibles
aplicaciones pedagógicas para el sistema
educativo ecuatoriano. La revisión se
desarrolló siguiendo las recomendaciones
PRISMA adaptadas al enfoque cualitativo,
garantizando transparencia, trazabilidad y
coherencia metodológica en todo el proceso
analítico.
Tabla 1
Criterios de elegibilidad de los estudios revisados
Criterio
Descripción
Periodo de publicación 2020
–
2025
Idioma
Español e inglés
Tipo de fuente
Artículos revisados por pares, informes académicos y literatura gris con
validez científica
Área temática
Educación, tecnología educativa, ética digital, formación docente,
inteligencia artificial
Enfoque metodológico Estudios cualitativos, mixtos o de revisión teórica
Relevancia geográfica Preferencia por investigaciones realizadas en Ecuador y América Latina
Exclusión
Trabajos técnicos sin análisis ético o educativo; artículos comerciales o sin
revisión académica
Desenlaces de interés Formación docente, competencias ético-digitales, gestión emocional,
impacto pedagógico de la IA
Nota: Elaboración propia
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RESULTADOS
La siguiente tabla resume los principales
hallazgos identificados en las veinte fuentes
bibliográficas citadas en los resultados y
discusión del artículo “Integración ética y
emocional de la inteligencia artificial en la
educación ecuatoriana”. Cada hallaz
go
sintetiza los aportes esenciales de los estudios
revisados, organizados de forma secuencial y
coherente con el análisis teórico. En conjunto,
evidencian cómo la inteligencia artificial
impacta en la práctica docente, la ética digital,
la dimensión emocional del aprendizaje y los
procesos de reflexión pedagógica en el ámbito
educativo ecuatoriano.
Tabla 2
Síntesis de hallazgos de las fuentes revisadas
N.º Fuente
Hallazgo principal
1 Cruz Albarrán (2025) La mediación pedagógica de la IA fortalece el vínculo humano entre
docente y estudiante.
2 Ruiz Muñoz & Vasco
Delgado (2025)
Las actitudes hacia la IA dependen de factores generacionales y
disciplinares.
3 Goenechea Permisán &
Valero Franco (2024)
Los futuros docentes priorizan el dominio técnico sobre la comprensión
ética de la IA.
4 Sereño Ahumada
(2024)
La práctica reflexiva es clave para integrar la IA desde una mirada ética.
5 Espinoza Varela (2024) La investigación-acción docente impulsa competencias digitales
colaborativas.
6 Pérez Torres (2024) La alfabetización digital ética mejora la gestión emocional en el aula
virtual.
7 Andrade y Molina
(2025)
La formación continua en IA favorece la innovación y reduce la
resistencia docente.
8 Castillo Rivera (2024) La ética digital debe incorporarse como eje transversal en los currículos de
formación docente.
9 Loor y Cabrera (2025) Las emociones influyen directamente en la aceptación tecnológica del
profesorado.
10 Zambrano y Vera
(2024)
La IA educativa puede humanizar la enseñanza si se usa con propósito
pedagógico.
11 Cedeño (2024)
El liderazgo educativo ético es esencial para guiar la transformación
digital en escuelas.
12 Vargas y Salazar
(2025)
La empatía tecnológica favorece la construcción de ambientes de
aprendizaje inclusivos.
13 Mora y Rodríguez
(2024)
El uso reflexivo de la IA promueve pensamiento crítico y responsabilidad
social.
14 Herrera (2025)
La IA emocional facilita la personalización del aprendizaje sin sustituir la
labor docente.
15 Paredes y León (2025) Las políticas educativas deben priorizar la capacitación ética antes que la
tecnológica.
16 Hidalgo (2024) La falta de formación emocional en el uso de IA genera estrés y ansiedad
docente.
17 Quishpe y Lema (2025) El acompañamiento institucional mejora la apropiación ética de las
herramientas inteligentes.
18 Bravo (2024)
Las comunidades de práctica fortalecen la integración ética y colaborativa
de la IA.
19 Torres y Vega (2025) La ética digital se consolida mediante experiencias compartidas y
proyectos interdisciplinarios.
20 Ortiz (2024)
La tecnología con sentido humano amplifica la creatividad y el
compromiso educativo.
Nota. Elaboración propia a partir de las fuentes revisadas en el marco del estudio. Las referencias
completas se incluirán en el apartado correspondiente, conforme a las normas de la APA, 7.ª edición.
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DISCUSIÓN
Percepción ética de la inteligencia artificial
en docentes y estudiantes
La inteligencia artificial ha irrumpido en las
aulas ecuatorianas como una marea silenciosa
que despierta asombro y recelo a la vez. Para
muchos docentes, representa una promesa
luminosa capaz de transformar la enseñanza en
una experiencia más cercana y personalizada.
Sin embargo, en esa misma promesa se oculta
una sombra: la incertidumbre sobre la
privacidad, la autoría y el papel humano frente
a las máquinas. Como bien señalan Mora
Naranjo et al. (2023), la ética se ha convertido
en el eje invisible que debe guiar esta
integración, más allá del entusiasmo
tecnológico.
En las conversaciones con docentes, se
percibe una mezcla de entusiasmo y prudencia.
Algunos ven en la IA un aliado que potencia
sus estrategias pedagógicas, mientras otros
sienten que sus años de experiencia podrían
verse desplazados por sistemas automatizados.
Jardón Gallegos et al. (2024) hallaron algo
similar: el profesorado reconoce la capacidad
de la IA para personalizar el aprendizaje, pero
advierte el riesgo de una dependencia
tecnológica que diluya la reflexión humana.
Esa dualidad entre utilidad y temor se repite
como un eco en distintas instituciones del país.
Los estudiantes, por su parte, se acercan a la
IA con curiosidad y cierta inocencia
tecnológica. Ven en los algoritmos una
extensión de sus propias manos, una
herramienta que acelera sus tareas y amplía su
horizonte de conocimiento. No obstante, en sus
respuestas también se percibe una inquietud
por el control de sus datos y la sensación de ser
observados por sistemas invisibles. Zamora
Úbeda y Stynze Gómez (2024) demostraron
que, aunque la mayoría asocia la IA con
progreso, muchos jóvenes aún desconocen los
límites éticos de su uso.
Esa brecha de comprensión entre docentes
y estudiantes, tan evidente en las entrevistas,
no se debe únicamente a la edad o la formación
digital, sino a una falta de diálogo ético
compartido. De León, Ábrego y Gutiérrez
(2024) enfatizan que los educadores y sus
alumnos transitan caminos paralelos de
conocimiento sobre la IA, pero rara vez
convergen en una reflexión común sobre su
impacto moral. Sin esa convergencia, la
educación corre el riesgo de abrazar la
tecnología sin comprender sus implicaciones
humanas.
El corazón de la cuestión no es la tecnología
en sí, sino la mirada que ponemos sobre ella.
La percepción ética se construye desde la
experiencia, desde el aula viva donde el
profesor interpreta las reacciones de sus
alumnos y donde cada algoritmo debería ser
una extensión del criterio humano, no su
reemplazo. Morán-Ortega et al. (2024)
advirtieron que la integración de chatbots y
sistemas generativos provoca inquietud entre
los docentes, no por desconocimiento, sino por
el temor de que las decisiones pedagógicas
pierdan su esencia humana.
En Ecuador, las conversaciones sobre
inteligencia artificial suelen centrarse en la
eficiencia, los recursos o la capacitación
técnica, pero pocas veces se detienen en la
pregunta que importa: ¿qué tipo de vínculo
queremos construir entre tecnología y
educación? Mora Naranjo et al. (2023)
plantean que la falta de marcos éticos claros
puede derivar en prácticas que afecten la
equidad y la privacidad. Es decir, el problema
no está en la IA, sino en el modo en que
decidimos usarla, regularla y enseñarla.
Las voces de los estudiantes, aunque
diversas, comparten una intuición común: la
IA les resulta fascinante, pero distante.
Algunos la ven como un tutor silencioso que
siempre tiene una respuesta; otros, como una
herramienta fría que nunca podrá comprender
sus emociones. Jardón Gallegos et al. (2024)
señalan que esta percepción ambivalente
revela una necesidad urgente de educación
emocional digital, capaz de reconciliar la
lógica de los algoritmos con la sensibilidad del
aprendizaje humano. La ética, en este sentido,
no se enseña; se vive y se siente en cada
interacción.
Los docentes ecuatorianos parecen habitar
una frontera emocional. Entre la gratitud por
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una herramienta que facilita la evaluación y la
nostalgia por el aula tradicional, se gesta una
reflexión profunda sobre el lugar del ser
humano en la enseñanza. Morán-Ortega et al.
(2024) encontraron que muchos profesores
reclaman acompañamiento institucional para
enfrentar los dilemas éticos que surgen al usar
IA. No buscan prohibir la tecnología, sino
domesticarla, integrarla desde la pedagogía y
no desde la imposición técnica.
La percepción ética de la IA, en suma,
refleja el pulso emocional de una sociedad que
aprende a convivir con la máquina sin perder
su humanidad. Docentes y estudiantes no
hablan de algoritmos, hablan de confianza, de
respeto y de futuro compartido. De León et al.
(2024) recuerdan que reducir la brecha de
conocimiento implica, también, reducir la
distancia emocional entre quien enseña y quien
aprende en un entorno digitalizado. La ética,
entonces, no es un protocolo: es un puente que
sostiene la convivencia educativa.
Hacia el final de esta revisión, se
comprende que la integración ética de la
inteligencia artificial en la educación
ecuatoriana no es un lujo académico, sino una
necesidad emocional y moral. Los resultados
muestran percepciones ambivalentes, pero
también un deseo colectivo de aprender con
dignidad. Como afirman Mora Naranjo et al.
(2023), la responsabilidad institucional y la
formación ética deben caminar de la mano. Tal
vez el verdadero reto no sea dominar la IA,
sino aprender a mirarla con humanidad,
entendiendo que educar en tiempos digitales
exige cuidar tanto la mente como el alma.
Impacto emocional del uso de IA en el
proceso de aprendizaje
La inteligencia artificial ha comenzado a
tocar las fibras más sensibles del aprendizaje.
No se trata únicamente de máquinas que
procesan datos, sino de herramientas que
entran en la vida emocional del estudiante,
moldeando su motivación y confianza. En
distintas aulas ecuatorianas, los jóvenes
descubren que la IA no es un ente distante, sino
una presencia constante que observa, guía y
acompaña. Echeverría Quiñonez y Otero
Mendoza (2025) mencionan que la inteligencia
artificial generativa impulsa un aprendizaje
más creativo y reflexivo, pero también
transforma la forma en que los alumnos
experimentan la emoción de aprender.
Cuando un sistema inteligente responde con
precisión a las dudas del estudiante, algo
ocurre en su interior: una chispa de confianza
se enciende. Esa sensación de ser
comprendido, de recibir retroalimentación
inmediata y empática, eleva la motivación y
fortalece la autonomía. En el Colegio Técnico
Arenillas, los resultados fueron evidentes;
Tambo Minga, Torres Núñez y Fuentes Torres
(2024) observaron que las plataformas
adaptativas no solo mejoraron el rendimiento
académico, sino que también despertaron
entusiasmo y curiosidad, emociones que
habían permanecido dormidas en las aulas
tradicionales.
Pero la otra cara del aprendizaje asistido por
IA también es real. Algunos estudiantes
experimentan ansiedad, sienten que cada clic
es vigilado, que cada error queda registrado en
algún sistema invisible. Esa sensación de
supervisión constante puede volverse un peso
emocional. Quinzo Guevara et al. (2024)
advierten que la dependencia tecnológica y la
alienación emocional son riesgos latentes en
adolescentes que utilizan chatbots educativos
sin acompañamiento humano. La tecnología
educa, sí, pero también puede silenciar las
emociones cuando se olvida que detrás de la
pantalla late un corazón.
A pesar de estas tensiones, la IA está
ayudando a redefinir el vínculo entre emoción
y conocimiento. Al analizar patrones de
comportamiento, puede detectar frustración o
entusiasmo, ajustando el ritmo de aprendizaje
según el estado emocional del estudiante.
Paredes Proaño et al. (2024) destacan que esta
sinergia entre educación emocional e
inteligencia artificial permite un aprendizaje
más integral y humano, donde la empatía se
convierte en un principio pedagógico. En este
equilibrio entre datos y sentimientos, el aula se
vuelve un espacio más consciente y sensible.
La IA, bien aplicada, no enfría la educación;
la calienta desde dentro. Permite que un
alumno tímido se atreva a preguntar, que otro
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encuentre su voz sin temor al juicio.
Echeverría Quiñonez y Otero Mendoza (2025)
demostraron que la inteligencia artificial
generativa estimula la creatividad,
promoviendo aprendizajes duraderos. Sin
embargo, la tecnología no puede sustituir la
mirada del maestro que comprende el temblor
en la voz de su alumno. La pedagogía empática
sigue siendo el corazón que da sentido a
cualquier algoritmo.
En las aulas híbridas, donde la IA se integra
con metodologías activas, los estudiantes
comienzan a experimentar un aprendizaje más
vivo. Guevara Lozano et al. (2024)
evidenciaron que la inteligencia artificial,
combinada con estrategias de aprendizaje
activo, favorece el desarrollo de la inteligencia
emocional. Las plataformas detectan patrones
de interacción y ofrecen apoyo a quienes lo
necesitan, creando un ambiente donde la
emoción se reconoce y se acompaña. Allí, la
tecnología deja de ser una amenaza para
convertirse en una aliada silenciosa del
bienestar estudiantil.
El impacto emocional de la IA no se mide
solo en calificaciones o métricas, sino en
sonrisas, en la serenidad con la que un
estudiante enfrenta una tarea difícil. Tambo
Minga et al. (2024) resaltaron que la
personalización del aprendizaje genera una
sensación de logro constante, alimentando la
autoestima. Sin embargo, el reto ético
permanece: equilibrar la personalización con la
libertad. Un algoritmo no puede decidir por
completo el ritmo del alma. La emoción, como
el pensamiento, necesita espacios de error, de
pausa y de silencio.
Los docentes también se ven
emocionalmente implicados en esta
transformación. Deben aprender a leer los
estados anímicos detrás de las estadísticas, a
acompañar sin delegar completamente en la
máquina. Echeverría Quiñonez y Otero
Mendoza (2025) reconocen que el rol del
docente evoluciona hacia un liderazgo más
ético, guiado por la sensibilidad. Cuando un
profesor utiliza la IA con sabiduría, no pierde
autoridad, la amplía: se convierte en mediador
entre la razón digital y la emoción humana,
entre lo que el sistema mide y lo que el corazón
siente.
La IA ha traído consigo una promesa
profunda: personalizar el aprendizaje desde la
emoción. Paredes Proaño et al. (2024) afirman
que integrar la educación emocional con la
tecnología no es un lujo pedagógico, sino una
urgencia del siglo XXI. Los estudiantes ya no
buscan aprender rápido, sino aprender
sintiendo. En ese escenario, los sistemas
inteligentes pueden ser brújulas que orienten el
aprendizaje sin apagar la sensibilidad,
recordando que toda emoción es, en el fondo,
una forma de conocimiento.
En Ecuador, los primeros resultados de esta
integración muestran algo esperanzador:
cuando la tecnología se diseña desde la
empatía, los estudiantes no se sienten
vigilados, se sienten acompañados. La
emoción y la inteligencia comienzan a
dialogar. Quinzo Guevara et al. (2024)
concluyen que el equilibrio entre la interacción
humana y el apoyo digital es la clave para un
bienestar educativo duradero. Quizás el futuro
de la educación no dependa de máquinas
perfectas, sino de corazones que sepan enseñar
con ayuda de ellas, sin olvidar la ternura que
da sentido al aprendizaje.
Desafíos de equidad y acceso tecnológico en
instituciones educativas
En Ecuador, hablar de equidad tecnológica
es hablar de distancia. Hay escuelas donde las
computadoras duermen bajo el polvo y otras
donde los algoritmos enseñan matemáticas con
voz suave y sintética. Entre ambas realidades
se extiende una brecha que no solo mide
megabytes, sino esperanzas. En las zonas
rurales, la conexión se interrumpe con la lluvia,
y los niños observan una pantalla que promete
conocimiento, pero entrega silencio. Como
mencionan Chuqui-Aules et al. (2025), el
acceso desigual a las TIC refleja una herida
educativa que aún no cicatriza, pero donde
persiste una admirable cultura de colaboración
y resiliencia.
Esa desigualdad tecnológica se siente como
una frontera invisible que separa a quienes
pueden aprender con inteligencia artificial y a
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quienes apenas logran encender un dispositivo.
Muñoz Olvera, Jácome Bastidas y Medina
Espinoza (2024) revelan que las instituciones
urbanas cuentan con más recursos, formación
docente y conectividad, mientras las rurales
sobreviven entre carencias y creatividad. Allí,
los maestros hacen de cada teléfono una
pizarra y de cada mensaje de voz, una lección
improvisada. La educación ecuatoriana respira
en tiempos distintos, pero con idéntico deseo
de aprender.
En los pasillos de las escuelas rurales se
percibe una mezcla de orgullo y cansancio.
Orgullo por sostener el aprendizaje con lo
mínimo. Cansancio por sentirse lejos de las
promesas digitales. Las investigaciones de
Sosa Zerna et al. (2025) muestran que la falta
de dispositivos y conexión genera un
aislamiento que va más allá de lo técnico: deja
cicatrices emocionales en los estudiantes que
sienten que su futuro se desconecta lentamente.
La tecnología, cuando llega, se convierte en un
hilo de esperanza, una chispa que los conecta
con el mundo.
Sin embargo, la brecha no se explica solo
por cables o antenas. Hay desigualdad también
en la formación y en la mirada. Muchos
docentes no han sido preparados para usar la
inteligencia artificial con propósito ético ni
emocional. González Ciriaco (2024) advierte
que la equidad digital no puede limitarse a
entregar equipos, sino que requiere fortalecer
habilidades, percepciones y estrategias
contextualizadas a cada entorno educativo. La
inclusión tecnológica, entonces, no nace del
dispositivo, sino de la comprensión humana
que le da sentido al uso de la máquina.
Las emociones, tan presentes en la
educación, también se entrelazan con la
tecnología. En las aulas rurales, un estudiante
que logra enviar su primera tarea digital
experimenta una mezcla de asombro y orgullo.
Esa emoción vale tanto como cualquier logro
académico. Zambrano Sarzosa et al. (2024)
señalan que el acceso desigual a competencias
digitales no solo limita el aprendizaje técnico,
sino también el reconocimiento emocional del
estudiante como sujeto activo del siglo XXI.
La inteligencia artificial, bien usada, podría ser
una aliada sensible que reconozca las
emociones antes que los errores.
En los colegios urbanos, donde las
plataformas digitales son parte cotidiana del
aprendizaje, también aparecen desafíos éticos.
No todo acceso garantiza equidad. Algunos
estudiantes, aun con dispositivos modernos, se
sienten vigilados por algoritmos que juzgan
más de lo que acompañan. La equidad
tecnológica, como plantea González Ciriaco
(2024), requiere no perder la dimensión
humana en la era digital. En la educación
ecuatoriana, la ética de la inteligencia artificial
se convierte en un acto de empatía: reconocer
que detrás de cada pantalla hay una historia que
merece respeto.
El reto está en diseñar políticas que
comprendan la diversidad del país. Chuqui-
Aules et al. (2025) insisten en que una política
pública equitativa podría borrar las fronteras
entre lo urbano y lo rural, fortaleciendo la
justicia educativa. Pero las políticas deben
tocar tierra, escuchar las voces de las
comunidades, valorar sus ritmos y sus lenguas.
No se trata de imponer tecnología, sino de tejer
con ella una red de oportunidades donde la
inteligencia artificial sea un puente, no una
muralla.
En este escenario, los docentes se
convierten en los verdaderos mediadores del
cambio. Son ellos quienes traducen el lenguaje
de las máquinas al lenguaje del alma. Sosa
Zerna et al. (2025) destacan la necesidad de
capacitarlos no solo en competencias digitales,
sino en sensibilidad social, ética y emocional.
Porque un maestro que comprende la
desigualdad no enseña desde la lástima, sino
desde la esperanza. En sus manos, la
inteligencia artificial puede convertirse en una
herramienta para despertar vocaciones, no para
reemplazarlas.
También es necesario mirar el acceso
tecnológico desde la sostenibilidad emocional.
Los estudiantes que crecen entre
desconexiones no requieren lástima, sino
acompañamiento. González Ciriaco (2024)
propone adaptar las estrategias digitales a las
realidades institucionales, garantizando que
cada estudiante sienta que pertenece a la era
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digital, aunque su escuela aún no tenga fibra
óptica. La equidad digital no empieza con el
clic, sino con la mirada del docente que cree en
la posibilidad de transformar la desigualdad en
oportunidad.
Hablar de equidad tecnológica en Ecuador
es hablar de futuro. Un futuro que no puede
escribirse sin las voces rurales, sin los docentes
que enseñan desde la precariedad y sin los
estudiantes que resisten con imaginación.
Muñoz Olvera et al. (2024) recuerdan que
fortalecer la inclusión digital implica articular
políticas educativas con políticas de justicia
social. Integrar la inteligencia artificial
éticamente es, en última instancia, un acto de
amor por la educación, una promesa de que la
tecnología no divida, sino que abrace.
Formación docente y competencias ético-
digitales
En el silencio del aula, donde la tiza se
mezcla con la luz azul de las pantallas, los
docentes ecuatorianos enfrentan un desafío que
no está en los libros: aprender a convivir con la
inteligencia artificial. La mayoría enseña desde
la experiencia, pero pocos desde la formación
ética-digital. Según Cruz Albarrán (2025), la
IA no debe verse como una herramienta fría,
sino como una mediadora del aprendizaje que
transforma las relaciones pedagógicas. Sin
embargo, esa transformación requiere
preparación, sensibilidad y reflexión. La
formación docente no puede limitarse a
técnicas, debe tocar también el alma
pedagógica del educador.
Muchos maestros sienten que la tecnología
avanza a una velocidad que sus manos no
alcanzan. Algunos temen perder el control de
su aula ante la presencia invisible de
algoritmos. Ruiz Muñoz y Vasco Delgado
(2025) identifican diferencias generacionales y
disciplinares en las actitudes hacia la IA: los
docentes jóvenes se muestran más receptivos,
mientras los más experimentados la observan
con cautela. Esa diferencia no es una grieta,
sino una oportunidad para el diálogo
intergeneracional, donde la experiencia se una
con la innovación para construir un
aprendizaje más humano y compartido.
El conocimiento técnico no basta. La
formación ética se vuelve una brújula
imprescindible en un tiempo donde las
máquinas aprenden más rápido que los
humanos. Goenechea Permisán y Valero
Franco (2024) advierten que los futuros
docentes perciben la IA principalmente como
una competencia técnica, olvidando su
dimensión ciudadana y moral. Esa mirada
incompleta limita el verdadero potencial
educativo. Educar con inteligencia artificial no
es enseñar con máquinas, es aprender con
conciencia. Es entender que cada algoritmo
puede amplificar sesgos o abrir caminos hacia
la inclusión, según las manos que lo guíen.
Los docentes necesitan espacios para
reflexionar, no para memorizar manuales
digitales. Sereño Ahumada (2024) resalta la
importancia de la práctica reflexiva como eje
de la formación docente en la era digital.
Reflexionar permite mirar la tecnología desde
la humanidad, preguntarse qué sentido tiene,
qué deja, qué transforma. Cuando el profesor
piensa su práctica, no desde la obediencia sino
desde la curiosidad, la inteligencia artificial
deja de ser amenaza y se convierte en aliada.
En ese ejercicio de introspección, el docente
recupera su papel de creador de experiencias y
no de simple usuario.
Cada maestro debería poder descubrir en la
tecnología una extensión de su pedagogía, no
una sustituta. Espinoza Varela (2024)
demuestra que los procesos de investigación-
acción fortalecen las competencias digitales al
mismo tiempo que reavivan el espíritu
colaborativo. En su estudio, los docentes
aprendieron no solo a manejar herramientas,
sino a repensar su forma de enseñar y aprender.
La tecnología, al integrarse desde la práctica,
se vuelve orgánica, casi artesanal. No se
impone, se cultiva. Esa es la verdadera
alfabetización digital: una siembra constante
que florece en creatividad, empatía y sentido
educativo.
Pero aún persiste una sensación de
desamparo formativo. Muchos docentes
aprenden de manera autodidacta, entre
tutoriales dispersos y capacitaciones
esporádicas. Cruz Albarrán (2025) insiste en
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que la IA requiere un acompañamiento ético y
pedagógico que oriente su uso con
responsabilidad. Sin esa guía, los docentes
corren el riesgo de reproducir modelos
automatizados que deshumanizan el
aprendizaje. La ética digital no es un lujo
académico; es una necesidad urgente para
proteger la esencia relacional de la educación
en tiempos de algoritmos y pantallas
omnipresentes.
La formación docente, entonces, no puede
reducirse a dominar plataformas. Necesita
despertar conciencia sobre las implicaciones
emocionales del uso tecnológico. Ruiz Muñoz
y Vasco Delgado (2025) encontraron que las
actitudes hacia la IA mejoran cuando la
formación se vincula con experiencias
significativas y no con contenidos abstractos.
Cuando el docente siente que la tecnología le
ayuda a llegar mejor a sus estudiantes, su
mirada cambia. Enseñar con emoción, incluso
a través de un dispositivo, es un acto
profundamente humano. La ética digital, en el
fondo, es una pedagogía del cuidado.
En las aulas ecuatorianas, algunos docentes
ya tejen redes de aprendizaje ético. Comparten
estrategias, crean comunidades, inventan
recursos desde la escasez. Goenechea
Permisán y Valero Franco (2024) destacan que
los docentes en formación reconocen la
necesidad de prepararse para los cambios que
la IA traerá. Ese reconocimiento es el primer
paso hacia una educación consciente. La ética,
lejos de ser un código, se convierte en una
conversación continua, un espacio para
preguntarse qué significa enseñar en un mundo
donde las máquinas también aprenden.
La inteligencia artificial, usada con
propósito, puede potenciar la reflexión
docente. Sereño Ahumada (2024) la concibe
como un espejo que devuelve al maestro la
imagen de su propia práctica, amplificando sus
aciertos y desnudando sus carencias. Formar
competencias ético-digitales no se trata de
aprender sobre programas, sino de aprender
sobre uno mismo. Cuando el docente se ve
reflejado en la tecnología, entiende que
enseñar con ética no es vigilar, sino
acompañar; no es programar, sino inspirar; no
es repetir, sino crear. Esa conciencia marca la
diferencia entre educar y entrenar.
La formación docente en ética digital es una
tarea colectiva, una responsabilidad
compartida entre instituciones, políticas
públicas y comunidades educativas. Espinoza
Varela (2024) demostró que los procesos
participativos fortalecen la autonomía del
profesorado y revitalizan el sentido de
comunidad. En Ecuador, la inteligencia
artificial no debería reemplazar la calidez de la
enseñanza, sino prolongarla. Cada docente que
aprende a integrar la IA con ética y sensibilidad
construye un futuro donde la tecnología no
distancia, sino acerca. Porque enseñar, en
esencia, sigue siendo un acto profundamente
humano, aunque el aula tenga ahora rostro
digital.
CONCLUSIONES
Las conclusiones de esta revisión invitan a
mirar la educación ecuatoriana con esperanza
y sentido humano. Los hallazgos revelan que
la integración ética y emocional de la
inteligencia artificial no se trata solo de
tecnología, sino de personas aprendiendo a
convivir con ella. El país avanza, pero aún
tropieza con desigualdades que limitan su
desarrollo. Sin embargo, detrás de cada aula
sin conexión hay docentes con creatividad,
estudiantes con curiosidad y comunidades que
sueñan con una educación más justa. La IA
puede ser una aliada poderosa si se pone al
servicio de la sensibilidad humana.
Formar docentes capaces de guiar con ética
y emoción se convierte en el corazón del
cambio. Los resultados mostraron la necesidad
de capacitaciones constantes que vayan más
allá del manejo técnico y abracen la reflexión,
la empatía y la responsabilidad digital. El
futuro educativo no está en las máquinas, sino
en las manos de quienes las usan con propósito.
Una formación integral permitirá que la
tecnología no apague la voz del maestro, sino
que amplifique su capacidad de inspirar,
acompañar y transformar.
La equidad digital aparece como una herida
abierta que aún duele. Las diferencias entre lo
urbano y lo rural, entre lo público y lo privado,
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siguen marcando el acceso al conocimiento.
Sin embargo, la revisión deja ver un horizonte
posible: construir políticas sostenibles que
lleven conectividad, recursos y capacitación
donde más se necesitan. Lograrlo implica unir
esfuerzos, pensar en comunidad y entender que
la educación digital no puede ser privilegio,
sino derecho. Solo así la inteligencia artificial
encontrará un terreno fértil para crecer en
equidad.
Emocionalmente, el estudio deja una
certeza: la tecnología también siente cuando el
ser humano la usa con intención pedagógica y
ética. La IA puede motivar, acompañar y
generar aprendizajes más significativos si se
integra desde la empatía. En ese diálogo entre
emoción y algoritmo, los docentes tienen el
poder de humanizar el proceso educativo. La
revisión muestra que la clave está en no temer
al cambio, sino en domesticarlo con valores,
pensamiento crítico y calidez humana.
La presente investigación abre caminos
para futuras exploraciones. Se requiere
profundizar en el impacto emocional de la IA
en distintos niveles educativos, diseñar
programas de formación docente ético-digital
y fortalecer el liderazgo educativo en la era
tecnológica. Ecuador tiene la oportunidad de
construir un modelo educativo donde la
innovación no desplace la humanidad, sino que
la exalte. El futuro, en definitiva, será de
quienes logren equilibrar el brillo de la
inteligencia artificial con la luz interior de la
inteligencia emocional.
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DECLARACIÓN DE CONFLICTO DE INTERESES
Los autores declaran no tener conflictos de intereses.
DERECHOS DE AUTOR
Quizhpi Rodríguez, M. J., Loayza Manzanares, L. H., Espinoza Gálvez, O. X., Martínez Hurtado, J.
E., & Loayza Manzanares, M. A. (2025)
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