616
Revista Científica Multidisciplinar
https://revistasaga.org/
e-ISSN
3073-1151
Octubre-Diciembre
, 2025
Vol.
2
, Núm.
4
,
616-623
https://doi.org/10.63415/saga.v2i4.310
Ensayo
.
Hacia un enfoque intercultural de las políticas a favor de las mujeres
indígenas en Bolivia
Towards an intercultural approach to policies in favor of indigenous women in
Bolivia
Rumo a uma abordagem intercultural das políticas voltadas para as mulheres
indígenas na Bolívia
Yamila Martha Gutierrez Callisaya
1
1
Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, Ecuador
Recibido
: 2025-10-05 /
Aceptado
: 2025-11-20 /
Publicado
: 2025-12-08
RESUMEN
El ensayo analiza cómo interculturalizar las políticas dirigidas a mujeres indígenas en Bolivia, partiendo de la
identificación de estructuras coloniales, racistas y patriarcales que han configurado las relaciones sociales y políticas en
América Latina. El estudio examina enfoques teóricos sobre la interculturalidad
—
relacional, funcional y crítica
—
y
evalúa sus implicaciones para el diseño de políticas públicas. Asimismo, presenta un recorrido histórico que muestra la
persistente subyugación de las mujeres indígenas desde la Colonia hasta el presente, destacando el impacto del
patriarcado, la legislación republicana, el sindicalismo y los procesos de nacionalización en la invisibilización de sus roles
políticos. El análisis profundiza en la propuesta de “Reconstitución del Ayllu” como un proyecto político indígena que
busca revitalizar estructuras propias, recuperar la complementariedad de género y fortalecer identidades culturales como
base para horizontes descolonizadores e interculturales. Se expone cómo las mujeres desempeñan funciones esenciales
para la reproducción cultural, económica y política de las comunidades andinas, y argumenta que la recuperación de
saberes, tecnologías ancestrales y estructuras comunitarias constituye una vía para construir políticas interculturales más
equitativas. Finalmente, se plantea que el fortalecimiento de la identidad indígena y la complementariedad de género
permiten generar condiciones para diálogos en igualdad de niveles, evitando procesos de cooptación y contribuyendo a
la transformación del Estado hacia modelos más inclusivos y descolonizados.
Palabras clave:
Aymara; complementariedad; descolonización; interculturalidad; mujeres indígenas; políticas públicas
ABSTRACT
The essay analyzes how to interculturalize policies aimed at Indigenous women in Bolivia, starting from the identification
of colonial, racist, and patriarchal structures that have shaped social and political relations in Latin America. The study
examines theoretical approaches to interculturality
—
relational, functional, and critical
—
and evaluates their implications
for public policy design. It also presents a historical overview showing the persistent subjugation of Indigenous women
from the Colonial period to the present, highlighting the impact of patriarchy, republican legislation, labor union
movements, and nationalization processes on the invisibilization of their political roles. The analysis delves into the
proposal of the “Reconstitution of the Ayllu” as an Indigenous political project that seeks to revitalize traditional
structures, recover gender complementarity, and strengthen cultural identities as the foundation for decolonizing and
intercultural horizons. It outlines how women play essential roles in the cultural, economic, and political reproduction of
Andean communities, and argues that the recovery of ancestral knowledge, technologies, and community structures
represents a pathway toward building more equitable intercultural policies. Finally, it contends that strengthening
Indigenous identity and gender complementarity can create conditions for dialogues on an equal footing, preventing co-
optation and contributing to the transformation of the State toward more inclusive and decolonized models.
keywords
: Aymara; complementarity; decolonization; interculturality; Indigenous women; public policies
SAGA Rev. Cienc. Multidiscip. | e-ISSN 3073-1151 | Octubre-Diciembre, 2025 | vol. 2 | núm. 4 | pág. 616-623
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RESUMO
O ensaio analisa como interculturalizar as políticas voltadas para mulheres indígenas na Bolívia, partindo da identificação
de estruturas coloniais, racistas e patriarcais que têm configurado as relações sociais e políticas na América Latina. O
estudo examina abordagens teóricas da interculturalidade
—
relacional, funcional e crítica
—
e avalia suas implicações
para o desenho de políticas públicas. Além disso, apresenta um percurso histórico que evidencia a persistente subjugação
das mulheres indígenas desde o período colonial até a atualidade, destacando o impacto do patriarcado, da legislação
republicana, do sindicalismo e dos processos de nacionalização na invisibilização de seus papéis políticos. A análise
aprofunda-
se na proposta de “Reconstituição do Ayllu” como um projeto político indígena que busca revitalizar estruturas
próprias, recuperar a complementaridade de gênero e fortalecer identidades culturais como base para horizontes
descolonizadores e interculturais. Expõe-se como as mulheres desempenham funções essenciais para a reprodução
cultural, econômica e política das comunidades andinas e argumenta-se que a recuperação de saberes, tecnologias
ancestrais e estruturas comunitárias constitui um caminho para a construção de políticas interculturais mais equitativas.
Por fim, propõe-se que o fortalecimento da identidade indígena e da complementaridade de gênero permite gerar
condições para diálogos em igualdade de níveis, evitando processos de cooptação e contribuindo para a transformação do
Estado rumo a modelos mais inclusivos e descolonizados.
palavras-chave
: Aymara; complementaridade; descolonização; interculturalidade; mulheres indígenas; políticas
públicas.
Forma sugerida de citar (APA):
Gutierrez Callisaya, Y. M. (2025). Hacia un enfoque intercultural de las políticas a favor de las mujeres indígenas en Bolivia. Revista Científica
Multidisciplinar SAGA, 2(4), 616-623.
https://doi.org/10.63415/saga.v2i4.310
Esta obra está bajo una licencia internacional
Creative Commons de Atribución No Comercial 4.0
INTRODUCCIÓN
¿Cómo interculturalizar las políticas a favor
de las mujeres indígenas? Esta ha sido la
pregunta guía general para el presente texto,
probablemente no la más provocativa, pero nos
permite explorar aproximaciones teóricas al
tema de la interculturalidad y su casi utópica
relación con políticas a favor de mujeres
indígenas, pero también una mirada indígena
propositiva.
Para este análisis, partimos por resituarnos
en la comprensión del pensamiento político
que, a través del patriarcado y el racismo, rige
y nubla la lógica de los sistemas de gobierno
latinoamericanos, pasamos por enfoques
importantes sobre el tema de la
interculturalidad, y presentamos un esbozo
histórico del tratamiento de subyugación de la
mujer indígena en Bolivia, para arribar en la
significancia de la reconstitución de las
estructuras indígenas propias como fuente de
principios hacia un horizonte intercultural de
políticas a favor de las mujeres indígenas,
basados en el paradigma descolonizador del
“retorno a lo propio”.
DESARROLLO
Iniciamos revisando la hipótesis de
Arboleda, que sostiene que “la eugenesia es la
doctrina de pensamiento que instauró,
institucionalizó como sentido común, como
orientación cotidiana, la superioridad de unos
seres humanos frente a otros…” (2017). La
misma surgió en Grecia, como una manera de
seleccionar la población, por la que debían
vivir sólo los mejores o los más fuertes. Esta
matriz de pensamiento ha construido
sinnúmero de diferencias y prácticamente
estructura la lógica de la democracia moderna,
“pues funciona como economía moral
invisible”. Bajo estos principios se ha instalado
la idea de blanquitud como supremacía, y
“se
expresa como racismo radical para seleccionar
a unos, o como xenofobia, homofobia,
patriarcado”.
Esa teoría se conecta con la colonialidad,
pues coinciden en la identificación de
problemáticas esenciales de abordar. Para
Mignolo, patriarcado y racismo son principios
fundamentales del colonialismo: “el
patriarcado regula las relaciones sociales de
género y también las preferencias sexuales y lo
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hace en relación a la autoridad y a la economía,
pero también al conocimiento: qu
é
se
puede/debe conocer, quiénes pueden y deben
saber. Mujeres, Indios y Negros estaban
excluidos del acceso a lo que se considera la
cúpula del saber” (2008, 10). Desde ahí
propone el “postoccidentalismo”, como un
proyecto crítico y superador del
occidentalismo, propio desde el proceso
histórico en Latinoamérica, pero las múltiples
exclusiones que expresan la colonialidad del
ser, del saber, del poder, de la naturaleza, que
actúan de manera invisible, perviven por el
fenómeno del “colonialismo interno”.
En términos de Rivera, el colonialismo
interno se entiende como “un conjunto de
contradicciones diacrónicas de diversa
profundidad, que emergen a la superficie de la
contemporaneidad, y cruzan, por tanto, las
esferas coetáneas de los modos de producción,
los sistemas político estatales y las ideologías
ancladas en la homogeneidad cultural” (2010,
36). Esto explica como la eugenesia y la
colonialidad perviven, de manera que nuestras
actuaciones tienden a repetirse
miméticamente, habiendo coadyuvado a la
consolidación del patriarcado y el racismo,
bajo el paraguas del multiculturalismo.
Kymlicka (2004) apuesta por la integración
en una nación-Estado, o sea, por las políticas
del multiculturalismo, pues sostiene que “las
políticas multiculturales no han socavado la
integración sociocultural de los grupos
inmigrantes”, para la realidad canadiense. Este
tipo de discursos empezaron a migrar a
América Latina entre los nuevos contextos
postindigenistas. Sin embargo, su trasfondo
conceptual no ha pasado de postular una
relación asimétrica y hasta de subordinación
entre Estado y pueblos indígenas.
Se hace necesario, entonces, un proceso de
descolonización teniendo a la interculturalidad
como instrumento esencial. En este plan,
Grimson (2013) sostiene que es necesario
“pensar de modo situado en los
lugares y las
políticas de la diferencia vinculadas a las
construcciones de género, de clase, de
etnicidad, de raza, de nación”. Es decir, valorar
la “diferencia” o la diversidad de voces de los
subalternizados, que también pueden
constituirse en hegemonía, frente a las
hegemonías políticas culturales, porque sus
acciones son las que “permiten vislumbrar
otras formas de relación y organización social”
(19-20).
Por su parte, Nivón Bolán asiente que “no
hay un camino único para el diseño y
aplicación de políticas sobre la diversidad, sino
espacios de discusión y debate...” y
precisamente a esos contextos deben atender
las políticas públicas, porque la diversidad
responde “a condiciones contextuales, las
cuales determinan que los sujetos decidan qué
rutas les
son útiles para expresar su diferencia”
(2013, 24).
En tiempos de la globalización, la mayor
parte de los estudios sobre el proceso de
“descolonización”, han intentado hacer una
lectura crítica de la “colonialidad”
latinoamericana en torno a tres categorías:
étnica, económica y de género, bajo los
problemas del eurocentrismo, capitalismo y
androcentrismo vigentes en el proyecto actual.
En ese entendido, no podría existir un
“verdadero diálogo intercultural, si no se
plantea al mismo tiempo la cuestión de la
desigualdad entre los sexos, la discriminación
por el género y el sexismo en sus diferentes
formas (machismo, misoginia,
androcentrismo)” (Estermann 2014, 38).
Siendo que en el contexto poscolonial
latinoamericano han predominado las premisas
ideológicas nacionalistas y multiculturalistas,
las políticas diferenciadas interculturales no
fueron diseñadas para atender con una
perspectiva amplia que aborde la problemática
desde todos los actores de la sociedad y los
ponga en condiciones dialógicas.
Walsh (2009) analiza el tema de la
interculturalidad en la realidad contemporánea
y nos dice que se usa en tres perspectivas: una
“relacional”, que hace referencia básicamente
al contacto e intercambio entre culturas, “entre
personas, saberes, prácticas, valores y
tradiciones culturales distintas, los que podrían
darse en condiciones de igualdad o
desigualdad”. Otra perspectiva es la
“funcional”, que tiene que ver con el
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multiculturalismo, en la medida que “el
reconocimiento y respeto a la diversidad
cultural se convierten en una nueva estrategia
de dominación, la que apunta… al control del
conflicto étnico y la conservación de la
estabilidad social” bajo el criterio de la
“inclusión”.
Y la perspectiva “crítica”, a la cual Walsh
se adscribe, reconoce que las diferencias se
construyen a causa del problema estructural-
colonial-
racial, y por lo mismo, se requiere “re
-
conceptualizar y re-fundar estructuras sociales,
epistémicas y de existencias que ponen en
escena y en relación equitativa lógicas,
prácticas y modos culturales diversos de
pensar, actuar y vivir”; es decir, un
relacionamiento “en condiciones de respeto,
legitimidad, simetría, equidad e igualdad”. Lo
cual generaría las condiciones necesarias para
construir diálogos justos, dignos hacia un
pluralismo transformador.
En la región andina, el tema de la
interculturalidad se introdujo ligado a las
prácticas de educación bilingüe. En ese
contexto, el movimiento campesino-indígena
ecuatoriano empezó a plantearse iniciativas de
educación autónoma para superar las
relaciones serviles y el racismo, soportadas por
la hacienda en los años cuarenta del siglo
pasado. Ello se concretó en un modelo de
bilingüismo para el que las lenguas indígenas
constituían los fundamentos de la propuesta
educativa que ha permitido al proceso de
reindianización ser base de la identidad y la
interculturalidad (Moya 2004).
En Bolivia, la misma situación emergió por
los años setenta, con las campañas de
alfabetización de los sectores indígenas,
entonces transformados por la retórica oficial
en campesinos que buscaban reconocimiento y
pertenencia estatal. Este proceso hubo de
profundizarse con el desarrollo de la educación
popular (cfr. Cárdenas 1991, Huanca 1991).
Al presente, la interculturalidad, así como la
igualdad, la equidad y la protección han sido
asumidos desde el Estado, como principios
base de la Ley 045, de 2010, contra el racismo
y toda forma de discriminación. Si bien una ley
significa el reconocimiento de un Estado, de
una problemática que se tiene que combatir,
cabe preguntarse sobre su implementación.
Al respecto, Walsh también advierte sobre
un sentido ambiguo que se le podría dar a la
interculturalidad, ya que “puede, por un lado,
ser proyecto de cambio profundo y, por el otro,
ser usado para promover una agenda
multiculturalista
–
a veces hasta nefasta
–
de
carácter neoliberal” (2009, 67). Lo cual tendría
que ver con la tensión entre desarrollo
neoliberal y libre determinación de los pueblos
indígenas, de la que nos habla Sousa (2014),
donde los pueblos indígenas se constituyen en
obstáculo para el desarrollo.
Por su parte, Schild (2001) reflexiona
teóricamente sobre las “dimensiones políticas
de lo cultural” resaltando la forma en que las
luchas culturales de los movimientos sociales
sobre significados y representaciones se
entrelazan con las luchas por derechos y poder
económico y político institucional. Explorando
la “relación dialéctica que existe entre las
formas del Estado y los movimientos sociales
en la construcción de los nuevos proyectos
hegemónicos de la modernización neol
iberal”,
hace referencia al movimiento de mujeres en el
contexto de la configuración Estado-sociedad
civil, donde se analizan diferentes situaciones
de tensión entre la relación de ONGs que
trabajan por derechos de mujeres y
organizaciones, y cada cual tiene que ver por
sus intereses. Lo cual nos conduce al dilema de
cómo avanzar en una relación con el Estado de
manera de garantizar los derechos de las
mujeres, libres de situaciones de cooptación.
Frente a toda esta situación, sin embargo,
especialmente en las coyunturas políticas
contemporáneas, de crisis de la colonialidad,
“se posicionan cada vez más esfuerzos,
propuestas y proyectos que apuntan a una
descolonización profunda, abriendo horizontes
y rutas de carácter decolonial, en los cuales, y
a pesar de la oposición dominante continua, ya
no hay vuelta atrás” (Walsh 2009, 70).
De hecho, se debe tener en cuenta que
hablar de interculturalidad, más allá de sólo
una relación, nos remite necesariamente a la
capacidad de “interacción” entre diferentes.
Una condición que sólo se puede dar en la
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medida en que ambos diferentes se hallen en
un mismo nivel. Esto implicaría también
superar cualquier tipo de estigmatización
reduccionista de la condición de “minoridad”,
para más bien establecer condiciones de
respeto por las diferencias.
Desde ya, ello requiere de ese proceso de
reconceptualización y refundación de las
estructuras sociales, epistémicas y de
existencias, que nos refiere Walsh cuando
refiere la perspectiva de la interculturalidad
crítica. Obviamente, esto implica también
pensar la interculturalidad en un sentido
amplio que no sólo tenga que ver con lo étnico
sino con existencias otras.
Justamente en esta línea se inscribe la
propuesta política de “Reconstitución del
Ayllu”, gestada por los pueblos indíg
enas de la
región andina de Bolivia (Gutierrez 2015).
Para comprender dicha propuesta en nuestro
marco de análisis, pasaremos a una
rememoración escueta del proceso histórico
boliviano, que refleja larga data de
subyugación de las mujeres, y con efectos de
doble y hasta triple intensidad en el presente
para las mujeres indígenas: por su condición de
género, por carecer de recursos económicos y
por su origen étnico.
En principio, la Colonia impuso la
desigualdad de los derechos de propiedad y
herencia, y ello fue consolidado por la
República a través de la legislación, elaborada
y aplicada sin tomar en cuenta a la población
indígena y mucho menos a las mujeres. Así, la
“patria potestad” (Barragán 1997) fue el
principio sobre el cual reposaba el poder y
autoridad de la pareja sobre los hijos, pero
también sobre los criados/as, y de los hombres
sobre las mujeres; como consecuencia, afianzó
las estructuras patriarcales y el mayorazgo de
la masculinidad, con impacto irreversible
sobre los derechos político-económicos de la
mujer, que fueron erosionándose
paulatinamente a medida que los nuevos
mecanismos legales cerraban paso a las
costumbres prehispánicas. Se negó a la mujer
acceso directo a los espacios de autoridad,
herencia y otros, cuando antes de la conquista
“tenían acceso a los curacazgos de sus padres”
(Silverblatt 1990, 113), como la encarnación
viva de elementos de un derecho arcaico con
base religiosa que privilegiaba la supremacía
del varón, implícita en los múltiples productos
normativos.
Pese a tal represión legal, que no admitía
diferencias de género, las comunidades o los
ayllus insistieron por el sistema de herencia de
tierras matrilineal y patrilineal, lo que en
aymara se conoce como warmi uraqi o chacha
uraqi respectivamente. Según Rivera (1997), la
mujer se convirtió en parte solidaria de la
resistencia anticolonial y de las
reivindicaciones aymaras y populares en
general, desde la Conquista hasta el presente,
llegando a asumir un papel político no
visibilizado por la situación de opresión. Desde
aquí se estructuraron las relaciones desiguales
y se ha internalizado a la mujer como sujeto
subalternizado, polarizándose las relaciones de
jerarquía entre varón y mujer, entre la
participación de la mujer en la esfera pública o
externa y el mundo doméstico o esfera interna.
Después de la Revolución Nacional de
1952, la estructura sindical se injertó en las
comunidades como terminales estatales,
posibilitando a las comunidades indígenas el
retorno de sus tierras usurpadas por la
oligarquía terrateniente al amparo del Estado
nacionalista, pero también como mecanismo
de manipulación desde los partidos políticos en
el poder. Se empezó a cancelar la idea de
continuar con el proceso de autonomía política
del ayllu, y del territorio como su fuente de
autodeterminación. Pero fue peor en el plano
de las relaciones de género, pues el
sindicalismo implantó las estructuras
patriarcales en las comunidades indígenas y el
protagonismo político de la mujer se fue
oscureciendo cada vez más, reduciéndose a la
esfera doméstica, haciendo más clandestino su
papel y participación. Prueba de ello es que en
la historia del sindicalismo boliviano no se
conoce la figura de mujer alguna en los niveles
ejecutivos, siendo relegadas a secretarías
simbólicas; de ahí que se creó una
organización sindical paralela de mujeres,
“Bartolina Sisa”, como un mecanismo para
revertir el machismo.
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Empero, la experiencia sindical tuvo anclaje
en comunidades de tradición de hacienda y no
así en aquellas donde se mantuvo o recuperó
las estructuras originarias. Es en ese contexto
que, a mediados de 1980, se gestó el proceso
político ideológico de “Reconstitución del
Ayllu” , con la consigna de la revitalización de
“lo propio” y que tiene vigencia hasta el
presente en distintas comunidades indígenas
que supieron conservar o recuperar sus
estructuras originarias a nivel político,
identitario y de manejo de su territorio, de
manera autónoma e independiente del sistema
político administrativo estatal (Gutierrez
2015). Parafraseando a Quijano, en el debate
sobre la modernidad para América Latina,
“implica volver a mirarse desde una nueva
mirada, en cuya perspectiva puedan
reconstituirse de otro modo, no colonial,
nuestras ambiguas relaciones con nuestra
propia historia” (1991, 28).
El proyecto político de “Rec
onstitución del
Ayllu” tiene la misma equivalencia al sustrato
de las luchas anticoloniales de los pueblos
indígenas, centradas en la descolonización y la
apuesta por una sociedad justa, el retorno de lo
propio, el ejercicio de su derecho a la
autodeterminación, en los términos de la otrora
propuesta de la “República del Qullasuyu”, o
la “Renovación de Bolivia”. Pero además, se
constituye en un mecanismo privilegiado de
restitución de derechos, sobre todo en cuanto
al retorno político de la figura femenina en las
esferas de autoridad y, con ello, la
neutralización de diversos artificios de
dominación del “patrón colonial”, que confiere
al varón el ámbito de la actividad pública y a la
mujer el espacio doméstico, que moldea a la
sociedad en los valores diferenciadores, y que
se encarga de redituar la desigualdad,
insistiendo en que el hombre es el centro de
todo. Como algo natural, en la historia de la
humanidad todos los seres humanos están
representados por el término “hombre”; el
androcentrismo tomó a la figura masculina
como medida de todas las cosas.
Este retorno político de la mujer tiene que
ver con la mirada indígena de
complementariedad de la pareja que concibe
que “la gente, la mayoría de los animales, y
hasta ciertas plantas son macho o hembra”
(Mamani Bernabé 2000, 36). O sea que con la
reconstitución del ayllu, cobra importancia el
retorno cosmopolítico de la
“complementariedad” entre varón y mujer, lo
cual difiere de la postura de la “igualdad” de
género, que se desprende de las estructuras del
liberalismo y el individualismo, acordes con el
horizonte de pensamiento egocentrado
europeo, sobre el que también se sustenta el
colonialismo y la colonialidad.
En el mundo indígena andino, más
concretamente en el ayllu/comunidades
aymara, todos los aspectos de la vida tienen un
camino y ninguna actividad humana se halla
desconectada del conjunto, incluido el mundo
animal, de las plantas y de los entes
sobrenaturales. Por lo tanto, las mujeres como
los hombres, desde que nacen, procesualmente
se van enrumbando en un thakhi / camino de
complementariedad y reciprocidad, a su vez
articulado a las distintas esferas de la
comunidad, a través de múltiples acciones,
tales como la prestación de servicios de
autoridad, pasando fiestas, realizando rituales,
en las actividades agrícolas, ganaderas o el arte
textil, de estas prácticas emerge una forma de
relaciones de género y conocimiento que son
transmitidas de generación en generación
(Gutierrez 2011).
Así como los hombres tienen su propio
thakhi/camino, las mujeres también tienen su
camino construido y su campo de dominio al
mando de la alimentación y la economía
familiar, del cuidado del hogar, de la
transmisión de saberes o conocimientos
propios, en un proceso colaborativo mutuo,
pero que es de vital importancia para el
sostenimiento también de la comunidad, pues
la familia se constituye en la base de la
sociedad y esa base está a cargo de la mujer.
Bajo esta praxis incluso se va estructurando
otra forma de sistema político: el sistema
político del ayllu, en el que las mujeres ejercen
roles políticos particulares, donde participan
también las personas mayores y las almas de
los ancestros o fuerzas sobrenaturales, para un
mejor gobierno.
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Desde esta perspectiva, cabe notar la gran
importancia de los roles que cumplen las
mujeres para la pervivencia cultural, por su
esencia maternal en la transmisión de
conocimientos, y que en otro tiempo tuvieron
capacidades de controlar los fenómenos
adversos de la naturaleza, a partir del manejo
de bioindicadores, la astrología o tecnologías
en el ámbito productivo y consiguientemente
una economía solvente. O su sistema
pedagógico, por el que los conocimientos
pasan de generación en generación a través de
la lengua, en el sistema oral, que también tiene
que ver con los cantos, cuentos y danzas, o las
bondades medicinales de las hierbas, y a través
de las prácticas, y no así de manera retórica. De
ahí también la importancia de la recuperación
de las lenguas originarias, como continuación
de la identidad, al igual que la producción del
conocimiento, la manera de ver el mundo, la
interacción recíproca y respetuosa con el
cosmos y los otros seres vivientes, a través de
las funciones ceremoniales y políticas del
sistema de gobierno indígena aymara.
CONCLUSIONES
La reconstitución o revitalización de la
identidad de las mujeres indígenas implica
coexistencia, paridad, complementariedad y la
recuperación de conocimientos y altos niveles
de tecnologías que guardan y transmiten desde
generaciones ancestrales. Por ejemplo, a través
de los textiles circula la memoria y se expresan
las particularidades de la ciencia indígena, se
sintetizan las relaciones políticas, sociales y la
identidad tanto interna como externamente.
Todo esto implica que la identidad indígena se
mantiene, estando en la comunidad o en el área
urbana, y el fortalecimiento de la identidad se
constituye en otro eje básico, desde el
subalternizado, a la hora de hablar de
interacción.
En la medida en que se tenga una identidad
indígena fortalecida, también se cuenta con la
capacidad para establecer diálogos en igualdad
de condiciones y sin riesgos de cooptación o
alienación. En el caso de las mujeres, en las
comunidades o ayllus se practican y se
expresan visiones y vivencias propias, bajo las
cuales cambiar o resignificar su papel o rol
tendría que partir de un proceso de
empoderamiento de su identidad social y
cultural. Es decir, en la medida en que una
mujer sea consciente de la importancia de su
rol en la sociedad, también podrá asumir otros
roles, combinando el dominio entre lo privado
y lo público, que si bien son dos ámbitos o
espacios diferenciados para los sistemas de
gobierno occidentales, en el gobierno del ayllu
se tornan en un mismo espacio compartido.
Mejor aún, esta autovaloración trascendería en
el machismo colonial para enfrentar los
cuestionamientos y la requisitoria ético-moral
que de ello emana, a pesar de los cambios
políticos de las culturas y sociedades, pero bajo
el fundamento de la reconstitución de lo
propio.
La reconstitución de toda la sabiduría
ancestral que encierra el ayllu, no solo
beneficia o podría favorecer a comunidades
indígenas. De hecho, bien direccionada, hoy
por hoy podría constituirse en fundamento de
procesos interculturales, a la manera de un
awayu/textil andino, que guarda plena armonía
y particular equilibrio y contrastes en su
gradación de colores y diseños, demarcando
identidad en la diferencia.
Con estas características, el proceso político
de reconstitución del ayllu, que implica la
política de reconstitución de lo propio, brinda
suficientes elementos para incidir en la
transformación del Estado y las distintas
esferas de la sociedad, hacia su
interculturalización y la superación de legados
eugenésicos y coloniales.
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DECLARACIÓN DE CONFLICTO DE INTERESES
La autora declara no tener conflictos de intereses.
DERECHOS DE AUTOR
Gutierrez Callisaya, Y. M. (2025)
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